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Latitud norte 0º 42', sur 0º 40', longitud occidental 77º 58' 27'' y oriental 75º 36' 35''

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Esa región entre las cuencas hidrográficas del río Putumayo y el río Napo...


Querría haber contado esto antes pero estuve en Sucumbíos SOLO el 11 de octubre y hoy es el primer día que utilizo el blog. "Historia de Sucumbíos desde las voces de las mujeres" es una de esas lecturas que he podido disfrutar estando sola en casa estos días sin mi consorte (la soledad tiene, como todo, momentos inigualables y momentos no tan buenos) y me ha dado a conocer un poco más sobre esta mitad del mundo en la que vivo y que cada día me doy cuenta que extraño conocer mejor.

Sucumbíos tiene una ubicación concreta en la Amazonía, se saben sus coordenadas desde hace mucho pero no existe como región delimitada hasta 1924. Antes era selva inexplorada, que por supuesto no es poco. El gobierno de Ecuador tuvo que acordar en 1929 con una misión carmelita la ocupación de los territorios de la amazonía norte de Ecuador para no perder terrenos que estaban siendo disputados con Perú y hoy en día comparte una frontera a veces inexistente con este país y con Colombia, con todo lo que eso conlleva. Es el Amazonas, no son "países". El primer pueblo data de 1929 y la primera carretera de 1931. Nos encontramos entonces con una región "demarcada" muy nueva, increiblemente nueva... hace menos de un siglo solo había lo que había habido siempre y aun hoy hay gente que no prefiere no salir de ahí. A mitad del siglo XX empezó a crecer rápido por las actividades hidrocarburíferas. Eso es, petróleo. Y las familias del resto del país llegaron.
 


Y en medio de ese contexto se encuentra la FMS, un ejemplo de lucha de las mujeres en un ambiente no del todo propicio para su desarrollo personal y social. Y ahí estuve yo, escuchándolas, aprendiendo por supuesto porque nunca se para de aprender... deseando que mi mundo quiteño fuera a veces un poco más grande para poder comprenderles. Soy citadina y siempre lo he sido pero las personas somos personas y las mujeres mujeres.

-- Complicado estar por aquí y transmitir así brevemente lo que significan esos momentos que la vida me da acá. Gracias Ecuador por lo que me estás dando... ¡Sé que últimamente no te lo estoy agradeciendo mucho! Pero, una vez superados mis dos asaltos y mis dos gripes por los cambios de temperatura, lo que me queda es la sensación de que aunque parezca que no, el que yo esté aquí al menos para mí tiene sentido. --

Este viaje fue por el debate sobre si las mujeres creen necesario una futura ley que sea integral, sobre violencia de género... y a la semana siguiente al 11 de octubre se comenzaba a discutir en Quito un código penal que como tantas otras veces en otros tantos contextos no tiene en cuenta la historia de esas mujeres luchadoras con las que me he encontrado. Ojalá tod@s supiéramos lo que significa tenerles en cuenta para que Sucumbíos o cualquier otra región de este y cualquier otro país salga adelante respetando a todas las personas. Y por supuesto cuando digo otro país, sobre todo hablo del mío. No hay nadie en ningún lugar del mundo a quien no le quede aprender... por favor pido a la pachamama no caer en la trampa de pensar que otros contextos son peores al mío solo por no conocerlos y pido que la gente a la que quiero tampoco tropiece y caiga.


¿Dónde está el granizo?

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¿Dónde está el granizo? ¿Dónde quedan los movimientos de tierra cuando terminan? ¿Dónde queda todo aquello que muta cuando su estadio anterior ha desaparecido? Dentro, tras los 87 segundos que me he dado para escribir esto, ahí donde permanecerá.

Hoy ha granizado. Hacía sol, el paseo de la mañana nos podría haber hecho intuir que el día así seguiría. Quito, indomable e impredecible, hizo media hora después de eso, esta misma calle, mi calle, una calle blanca. Caía fuerte, el cielo lloraba como dice alguien por aquí cuando llego a casa y está lloviendo. Pero hoy con fuerza, parecía que su lloro nos estaba transmitiendo que llevemos cuidado, que todo puede pasar en esta bella ciudad o fuera de ella cuando menos te lo esperas y cuando te lo esperas, pues puede dejar de pasar. Todo. La tierra se puede mover como mi vida se mueve, como yo misma me muevo por dentro dependiendo del espacio y del momento. 

Este granizo solo me ha recordado que Quito representa para mí que todo cambia, que todo puede cambiar ahora mismo para mejor o para peor y que hay que correr sonriendo de un estado a otro, del sol más caliente al granizo que más duele… ¡O viceversa claro!

(87 segundos de los pensamientos de mi cabeza el día de hoy)

Cumbias matutinas

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Seis años y medio de cambio desde que conocí este lugar y siguen las cumbias matutinas y su eco en las montañas que bajan del valle al calor del Beni. Calor de la gente, energía del mayor verde del planeta, vientos de cambio constante. Siempre al ritmo de las cumbias, todas iguales, todas diferentes.

Soplan los vientos de avance que a pesar de ser silenciados todavía siguen. Región de contrastes, complicada y bella, mezcla de culturas de acá y otras que vienen y se quieren quedar. ¿Cómo no perderse? ¿Cómo hacer que los prejuicios no provoquen las diferencias como en tantos otros lados? Este es un lugar en construcción: de asfaltos, de negocios claros y oscuros, de cambios sociales, de aculturación en la supervivencia de la selva y de estigmas de originari@s, de colon@s y de extranjer@s.

Estigma:
1. m. Marca o señal en el cuerpo.
2. m. Desdoro, afrenta, mala fama.

Valor:
4. m. Cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros.
5. m. Subsistencia y firmeza de algún acto.
7. m. Rédito, fruto o producto de una hacienda, estado o empleo.
8. m. Equivalencia de una cosa a otra, especialmente hablando de las monedas.
9. m. Persona que posee o a la que se le atribuyen cualidades positivas para desarrollar una determinada actividad.
10. m. Fil. Cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos, y jerarquía en cuanto son superiores o inferiores.
11. m. Mús. Duración del sonido que corresponde a cada nota, según la figura con que esta se representa.

Vía:
1. f. camino.
4. f. Calzada construida para la circulación rodada.
5. f. Cada uno de los conductos por donde pasan en el organismo los fluidos, los alimentos y los residuos.
7. f. Calidad del ejercicio, estado o facultad que se elige o toma para vivir. La vía militar, la vía del comercio.
8. f. Arbitrio o conducto para hacer o conseguir algo.

Agua:
1. f. Sustancia cuyas moléculas están formadas por la combinación de un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno, líquida, inodora, insípida e incolora. Es el componente más abundante de la superficie terrestre y, más o menos puro, forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares; es parte constituyente de todos los organismos vivos y aparece en compuestos naturales.

Naturaleza:
1. f. Esencia y propiedad característica de cada ser.
3. f. Conjunto, orden y disposición de todo lo que compone el universo.
5. f. Virtud, calidad o propiedad de las cosas.
10. f. Origen que alguien tiene según la ciudad o país en que ha nacido.
11. f. Cualidad que da derecho a ser tenido por natural de un pueblo para ciertos efectos civiles.
13. f. Especie, género, clase.
15. f. Señorío de vasallos o derecho adherido a él por el linaje.

Cambio:
1. m. Acción y efecto de cambiar.
2. m. Dinero fraccionario de billetes o monedas de mayor valor.
5. m. cambio de velocidades.

¿Qué es lo correcto? ¿Qué me dicen, verdes colinas? No me parece que nadie excepto ustedes sepa qué es lo mejor para el Beni, sus gentes, su música, su movimiento y su diversidad.

Luna creciente, luna en virgo

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Hoy no hay luna en virgo pero a pesar de eso hay días para ordenar el interior y el exterior como los amaneceres tras la luna en virgo. No es que trate de ponerme más esotérica hoy de lo que lo soy generalmente, no se me vaya a entender mal, es que tras los largos recorridos de encuentros y desencuentros de los meses de diciembre y enero lo mejor de vuelta en Quito es ordenarse. Ordenar la casa para el traslado de la semana que viene es una forma de ordenarse exteriormente. Comenzar a hacer ejercicio de nuevo, en esta tierra en movimiento que por acá por la mitad del mundo esta semana volvió a moverse para darme la bienvenida a casa (5´4 en la escala Richter, dicen) podría ser otra forma de ordenarse exteriormente. Reubicar las neuronas, no sé como, para que la mente se mueva entre lo realmente importante puede ser la forma de ordenarse interiormente. Sea como sea, pensar en la luna en virgo ayuda a tener fuerzas y a sentir el ritmo del mundo en movimiento desde el lado del charco de la izquierda mirando el mapa desde el lugar en que nací.

Dice la tradición de cierto lugar cercano al que vivo en estos momentos, junto con algún que otro estudio más racional, que en luna creciente o luna nueva la savia asciende y proporciona vigor, maduración y sustancia. Hoy tampoco es luna creciente pero espero que el próximo día que haya este astro en crecimiento, la sustancia que fluye me permita seguir madurando y vivir esos días laborales intensos que todas las personas tenemos con una visión más pausada y lineal, sin permitir que algunos cambios y otras situaciones me afecten. También espero, en lo personal, que esos gramitos de magia (a veces casi infantil de lo emocional) que me quedan dentro y me hacen agrandarme para llegar a cada uno y cada una de ustedes, vosotras y vosotros, me hagan disfrutar de las pequeñas y grandes decisiones del día a día, teniendo a casi todo el mundo cerca y a la vez lejos.

Luna creciente, luna en virgo en un día de febrero nublado por fuera y  por dentro... verde claro como la sábila.

¡Gracias!

Mantenerse…

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…significa en este momento de mi vida sostenerse en lo que se quiere mientras se consigue seguir adelante. Mantener, estar, seguir, no fallarse en lo que siempre se ha deseado y en lo que siempre ha sido importante. Seguir esos principios sabiendo que cada persona es única en la manera de afrontarlo. No dejar que nadie diga lo contrario. Y sobre todo no perder el norte para no dejar de saber quién se es.



Cada quien se hace a sí mism@ pero cada persona es ella y sus circunstancias. Puede haber circunstancias que nos rodean y que a veces nos empujan a tomar decisiones que no son las correctas. Puede que tratemos de auto convencernos de que sí lo son porque de forma un tanto inteligente se puede reflexionar acerca de todo. O quizá sí son las decisiones correctas porque nos permiten aprender. Pero lo importante es no dejar de cuestionarnos si en otro momento, en otra situación y con otras circunstancias sí que habríamos hecho algo más de acuerdo a lo que queremos.

Y alguien podría decir en ese momento: ¡ya está comiéndose la cabeza!

Ya van a llegar los dos años en este lugar y en este trabajo. He cambiado de casa y aunque de refilón sigo viendo las montañas verdes que esta ciudad lluviosa hace existir como ninguna otra. También van dos años de mis responsabilidades. Cada día, por agotador que sea, se aprende. Pero también se puede desaprender. ¿Cómo conseguir el equilibrio de no dejarse avasallar sin permitirse a sí mismo subidas de tono ni condescendencia hacia otras personas o de otras personas hacia sí mism@? ¿Cómo tener carácter respetando? ¿Cómo separar el trabajo del resto de la vida teniendo claro que se es la misma persona también en ese espacio? ¿Cómo mantenerse sin perder el rumbo pero saliendo adelante?

Ayer un chulla1 quiteño paseando por su Semana Santa me daba pistas sobre cómo alcanzar el término medio: Me decía sin hablar “¡Mira por dónde caminas!”. No hay mejor manera de hacer ese camino que estando en una tierra de fusión y contrastes. Aquí han hecho falta siglos para lograr algunos momentos de equilibrio, sólo de vez en cuando, entre lo local y lo extraño. Unas veces se ha conseguido y otras no. En las que no se ha conseguido siempre una costumbre más fuerte se ha impuesto o ha neutralizado a la otra. En mí también tratan de imponérseme nuevos hábitos o costumbres, contantemente…

Yo no soy tierra andina, aunque me hubiera gustado. Siento que tengo parte de ella pero no lo soy. Tampoco tengo siglos de margen para alcanzar mi término medio. Por ahora sólo tengo la seguridad de una vida para no olvidar. Sólo una vida para aprender a seguir actuando sin fallar a mis principios pero manteniéndome y continuando. Sólo este momento concreto en esta vida concreta para contarlo.

El mes pasado hubo algo en mi país que siempre hubiera seguido pero no lo hice. Me alegra no haberlo hecho por una simple razón: me ha permitido escribir esto (hace dos meses que no lo hacía porque no encontraba nada nuevo) y me ha permitido plasmar mis expresiones en papel para que sean más reales. Hoy en esta tierra de contrastes, como tantas otras, de beat@s2 y de chaman@s3 y de todo lo que queda enmedio de eso o al margen de eso, en esta tierra en la que soy y siempre seré Raquel pero también Arawi Takiy4 y Phanqa5, sigo reflexionando acerca de este equilibrio inestable.

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1Chulla, palabra derivada del Kichwa (quechua) que significa impar. En Quito el chulla fue un personaje típico que surgió a fines delsiglo XIX hasta mediados del siglo XX. Fue el prototipo de la vieja ciudad indo-hispana de Quito y se caracterizaba por ser original, conversador, tenía fama de bohemio, iconoclasta y a veces hasta frustrado intelectual. Fue antihéroe porque no fue divinizado y no se distinguió por sus acciones extraordinarias, sino por su filosofía de existencia, que resumía el sentir de buena parte de una ciudad; fue travieso como un duende, ocultable como el mismo, y mago, por su arte fingido, porque cuando quiso violó la ley natural. En Quito circuló y aún circula la versión de un chulla de clase media, cuya camisa tenía solo pechera, tenía un solo traje y un sólo par de zapatos, eso sí, bien lustrados. 

2 En la iglesia católica, un/a beato/a es una persona difunta cuyas virtudes han sido previamente certificadas y puede ser honrado con culto. El término beato/a significa literalmente feliz (del latín beatus), o bienaventurad/a o en sentido más amplio, aludiendo a la creencia de que esa persona está ya gozando del paraíso. También se conoce como beato a la persona muy apegada a las ceremonias religiosas.

3 El chamán o la chamana (del idioma tungu, de Siberia, xaman o schaman, y éste del verbo scha, "saber"), es una persona a la que se le atribuye la capacidad de modificar la realidad o la percepción colectiva de ésta, de maneras que no responden a una lógica causal. Esto se puede expresar finalmente, por ejemplo, en la facultad de curar, de comunicarse con los espíritus y de presentar habilidades visionarias y adivinatorias. Esta figura está presente principalmente en las sociedades cazadoras y recolectoras de Asia, África, América y Oceanía y también en culturas prehistóricas de Europa

4 Según el calendario de Tawa Inti Suyu que me han proporcionado, así se llaman en Kichwa  a las personas nacidas en 18 de septiembre.

5 Según el calendario de Tawa Inti Suyu que me han proporcionado, así se llaman en Aymara a las personas nacidas en 18 de septiembre.

Plata

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El aire profundo que llega a la costa bicolor del Río de la Plata (de dos colores, dulce y saldo como río y mar) sigue soplando hoy ya lejos de nuevo, en el cono sur. Esa misma brisa que rozaba mi rostro hace una semana. Ojalá hubierais estado junto a mi en el río de la plata. Ese río que se convierte en mar y que separa Colona de Sacramento (Uruguay) de Argentina viajando en buquebus.

Es dificil describir con palabras el aire melancólico, viajero, cálido de Colonia de Sacramento. Ni más ni menos que catorce veces pasó de ser portuguesa a ser española y de ser española a ser portuguesa y de ser portuguesa a ser española y de ser española a ser portuguesa... en esos años de piratas de todas clases y sabores. La historia de batallas y migración ha llevado a ser a lxs colonienses como son hoy, como lo es la gente de uruguay con la que me he topado: extremadamente amables. Como sabeis, nunca me ha gustado generalizar, pero es que es difícil encontrar actualmente gente así.

Caminando por la avenida que separa el centro de esta pequeña ciudad del puerto fluvial, a la izquierda la brisa histórica del Río de la Plata, a la derecha un paisaje otoñal de postal, nada mejor que pararse un segundo y observar. Tras las caminatas por las calles de piedra se puede saltar de una filosofía de vida a otra muy distinta con solo una hora y media en buque.

Mientras abandono Uruguay por dos días siento palabras de Drexler en mi cabeza, donde también están metidos Benedetti y Galeano... y no dejo de tararear cierta canción de Sabina que dice que "ojalá estuvieras junto a mí en el río de la plata".

Con respecto al otro lado, a Buenos Aires, poco puedo decir que no haya sido ya contado. Un tango permanente define en sí mismo todas las contradicciones y profundidad de América Latina, que bien representa esta ciudad. Gran urbe donde las haya, asfalto y más asfalto teñido de lo más divino y más marginal al mismo tiempo. Incomparable ciudad que no deja la tristeza luchadora.

Tras el sueño de la megápolis, la vuelta a Montevideo es casi como volver a casa. Una pequeña y cara habitación de hotel en la rivera me vuelve a tornar el cansancio en melancolía. Todo un diario de viaje que deja el turismo de un lado para compartir impresiones con algunas personas que quizá llegamos a comprendernos en nuestro trabajo. Un grupo diverso al que con frecuencia llego tarde y que trata de no perder el horizonte... y que me inspira y me convence para no quedarme quieta.

Viajar, conocer y compartir, no se me ocurre cómo terminar. Quizá hoy estoy más positiva que melancólica y eso no me permite inspirarme demasiado, pero me alegra que al menos me haya dejado concentrarme para plasmar por este medio mi última salida acomodadamente errante.

Leyenda de amor

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Hoy ha sido el Antisana, ya fueron el Chimborazo, Tunguraua, Reventador…  espero que pronto sea el Cayambe… y el Pichincha lo veo cada mañana. Hay tantos que ya he dejado de contarlos. Cada volcán de la mitad del mundo es diferente, pero todos están activos. La pasada semana una persona desconocida pero de actitud cercana me contó una leyenda, una historia que las personas que viven próximas a estos picos abrumadores crearon. Esta leyenda nos muestra la forma en que los volcanes son vistos desde la población que vive en sus faldas: como habitantes de la misma tierra. Son como personas sobre las que contar historias. Esta es, por tanto, una historia de amor de esa tierra de volcanes contada por una voz quiteña. He querido no opinar sobre ella. Solo la transmito porque habla por sí sola:


Había una vez una chica joven en una población no muy grande, de la cual no se sabe el nombre pero que quedaba cercana a la tierra de los volcanes. Esta chica era de una familia rica y poderosa y sus padres no le daban libertad. Pero a pesar de esto, ella se enamoró, como tantas veces pasa, de un chico que no era de su clase y que su familia no aceptó.


Se amaban tanto que eso no les importaba nada su situación, aunque no sabían que sería de su futuro. Pero un día el chico, luchando por conseguir su amor, fue al volcán Illiniza que se encontraba cerca de su población y allí murió. La chica, al saber lo que había sucedido, decidió ir al cráter del volcán y morir con él, convirtiéndose este volcán el alma de los dos.

Volcán Cotopaxi

Y así continuaron por tanto tiempo que su amor se hizo tan inseparable como la montaña que les sostenía. Hasta que un día, el volcán Cotopaxi, que era el más querido de la región, se encaprichó de la mujer Illiniza. Ella por supuesto no le hizo ningún caso al principio, pero el Cotopaxi era tan bello, tan perfecto y esbelto en sus formas, que a base de coqueteos y palabras se ganó a la Illiniza.



Los Illinizas

Cotopaxi e Illiniza se veían siempre a solas y sin que nadie se enterara. Pero un día el volcán Rumiñaui les vio y decidió contarle al chico Illiniza, el cual por supuesto se enfadó muchísimo y decidió separarse de la chica Illiniza. Es por eso que hoy en día el Illiniza ya no es un volcán sino dos: el Illiniza Norte y el Illiniza Sur. El Norte es el alma masculina y el Sur el alma femenina.




Laguna - volcán Quilotoa

Pero la chica, ante esta situación, se dio cuenta de que realmente no quería al Cotopaxi sino a su pareja y fue llorando a pedirle perdón. Tanto, tanto, pero tanto lloró que creó lo que hoy en día es la laguna de Quilotoa, la cual es otro volcán y tiene los bellos colores que se desprenden del alma de la Illiniza, la cual es su vecina. 

Volcán Rumiñaui



Mientras tanto, el Cotopaxi, indignado por la actitud de Rumiñaui, fue a darle encuentro para pegarle. Y le dio al pobre un puñetazo tan, pero tan fuerte que por eso hoy en día todavía se le ve magullado, con un golpe con la forma de una mano.




El Cotopaxi se fue entonces a quedarse solo, sin volcán alrededor de él que le acompañe. Dicen que como siente tal vergüenza por lo mal que se portó con todo el mundo casi nunca se deja ver, a pesar de que es bellísimo. Por eso siempre está nublado y solo algunos días se deja ver completo.


Fin

Valle

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¿Qué se necesita para volver a los orígenes?

¿Qué intensidad puede iluminar más que la interior, la de conocerse y saber de dónde se es?

Energía del lugar propio...

Si me preguntan acerca de ese lugar de mediterráneo al que cada vez me cuesta más volver pero donde tengo lo que más añoro diré: no es el mejor lugar del mundo, pero a medida que pasan los años me doy cuenta de que es el mejor lugar en el que me pudo haber tocado nacer.

Escribí reportes desde tantas ciudades que al llegar por unos días a la que me ha hecho quien soy, mis ojos se iluminaban por el tren... sabiendo que tengo que retener esa imagen del lugar al que cada vez me sea más difícil volver, y al que siempre voy a volver.



Deberes pendientes

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Y como buenamente "yo misma", de nuevo no he podido colgar una entrada aquí en largo tiempo.

Para no fallar a mi compromiso con los blogs, al volver de España plasmé aquí mis impresiones, pero quedaban unos deberes pendientes nada más y nada menos que desde julio. Este es solo un sencillo ejemplo de cómo todo lo personal, lo que se hace por gusto, solemos dejarlo para el último momento, incluso después de los cotilleos por internet o el trabajo que nos llevamos a casa y que a veces de nada sirve habérselo llevado porque eso no empuja tanto las cosas como querríamos.

En fin, mis deberes pendientes ahora son contar un poco lo que fue un viaje a la zona de frontera de Ecuador con Colombia que tenía también pendiente conmigo misma. No solo por cumplir con lo que me propongo, que también, sino porque lo considero necesario para enterarme de dónde vivo. Quito es lindo, pero es Quito y no es los otros lugares del país.

Me subí en el avion a mediados de julio. Hacía calorcito en Quito, que no es poco. Me tocó ventanilla, ¡bien! Y además conseguí organizarlo todo y no dejar este viaje para después de mis vacaciones a España, ¡estupendo! No contaré si andaba pensando en el trabajo o en la vida en general, ni tampoco lo que tiene que ver con lo profesonal. Lo que diré es que al subirme al aparato volador lo primero que hice fue agarrar una revista gratuita del asiendo de delante, se llama "A bordo".

Y bueno, aunque ahora trabaje en lo que trabaje, como mucha gente sabe, no he empezado a plantearme mi papel como mujer en este mundo y este momento que me tocado vivir a partir de este puesto laboral. ¡Ni mucho menos! Lo que sí me está permitiendo este puesto es dar el salto de no ser feminista a serlo, que no es poco. ¿Y por qué cuento esto ahora? Pues porque abro la revista y veo un artículo que muestra cómo el papel de la mujer ha ido creciendo en la llamada Responsabilidad Social Corporativa de las empresas (claro, como siempre, lo social). Sigo leyendo y por otro lado encuentro un reportaje sobre lo que en Ecuador se llaman las utilidades* con una explicación acerca de que las empleadas domésticas no las cobran porque no desempeñan actividades productivas. Impresionante todo lo que se me pasa por la cabeza con estos dos artículos. Pero más reflexiono cuando continúo leyendo la publicación y leo una frase que dice "Las ideas locas son las que mueven el mundo". Cualquiera pensaría que con lo que estoy diciendo las ideas que mueven el mundo son las que consiguen cambiarlo ¿no? Pues no, se trata de un anuncio con un jóven exitoso que tiene a su chica en casa. Todo igual. No sé si es peor el machismo explícito o el sutil... Dejo en el aire la reflexión porque no preciso decir nada más por ahora.

Tras mi lectura por fin llego a Esmeraldas. Visito la ciudad y me quedo por una vez fuera de los hoteles que tan poco me dejan ver la realidad (sí, ya sé, se puede estar en un hotel y no ser ajeno/a a lo que pasa, pero la vida no es eso). Solo una noche en la capital provincial. Hablo con quienes allí viven y leo un texto densito de Gayle Rubin sobre la economía política del sexo mientras observo desde el balcón la colina verde. De repente me quedo durmiendo y al despertar al día siguiente presiento que me sentiré con más fuerzas para volver a Quito diciendo que creo que conozco algo de Esmeraldas.

Y parece que estaba en lo cierto, porque al día siguiente salgo fuera de la ciudad. En un lugar llamado Borbón en el que me siento como en mis estancias en África por el carácter de la gente, hablo con una mujer que me da las gracias por haber visitado su provincia, verde como la naturaleza, verde como la esperanza, verde esmeralda. Después de más hablar y conocer, sin entrar en detalles, prosigo el trayecto...

Me llevan en Barca a los manglares y me doy cuenta de lo frágiles que somos las personas y el ambiente que nos rodea...y lo pronto que podríamos echarlo todo al tacho de la basura si no nos esforzamos. Continúo...


En San Lorenzo estoy ya cerquita de Colombia. Me decían que es altamente inseguro, me decían y me dicen. Pero yo siento mucho más en el ambiente la falta de oportunidades. También la lucha por los Derechos, por el refugio y por seguir siendo personas, se esté en el lugar que se esté. Alguien femenina con lágrimas en los ojos me contaba que no le dan trabajo. Claro, es colombiana. Sus iguales del otro lado parece que no son tan iguales y el contexto en su ciudad es imposible para volver. Parece ser que cocinar bien y trabajar hasta altas horas no es suficiente para encontrar trabajo como cocinera. Para lo que no hay requisitos es para trabajar en otros negocios innombrables. ¡Qué hacer!

Bueno... solo quería transmitir unas cuantas cosas vividas y dejar gran parte a la imaginación, como yo he tenido que hacer al ser de fuera y no poder enfrentarme a la realidad más que con un plato de marisco y un baño en la piscina. No me interpretéis mal, no iba precisamente a divertirme. Necesito, y digo NECESITO seguir creyendo en que algo pueda cambiar.

Y por supuesto, estas situaciones no son únicas de aquí. Personas de mi país y de tantos otros lugares podrían hablar de violaciones a los Derechos Humanos... pero eso no debe dejar de hacernos pensar en lo que en las fronteras pasa. Porque pasa.

 *Participación de los/as trabajadores/as en los beneficios de la empresa. En Ecuador, las empresas deben distribuir entre todos sus trabajadores/as por lo menos el quince por ciento (15%) de los beneficios líquidos que obtengan al fin de su ejercicio anual.

En lo que piensa una mientras escanea recuerdos...

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Es en este momento en el que estoy leyendo lo que pasa en España, las movilizaciones e invisibilización, la gente en la calle y los oídos sordos en las cortes, cuando decido escribir desde este país en el que sigo y que se encuentra en otro momento distinto y más positivo... porque estoy lejos pero me siento cerca de la gente del lugar en el que crecí, y su día a día.

Y como quien ya me conoce sabe que pensando en esas cosas me entra añoranza de lo pasado, no triste sino positiva, de esa que recarga energías para seguir encontrando el sitio propio, pues me he puesto a escanear recuerdos, literalmente.

Digo esto porque hace un momento me encontraba escuchando una canción del 2000 y escaneando fotos del 2002. Y la cosa no para ahí. Cuando digo que tengo que meterme en la computadora todas mis fotos antiguas lo haré, aunque me cueste algunas tardes y varios cafés. Por eso, tras empezar con los años 2003 y 2002 seguiré yendo mucho más atrás, hasta la niñez, para escanearme todo aquello que alguna vez me hizo feliz antes de que la informática avanzara.

Esto es lo que tiene empezar a pensar en posibles cambios en mi vida, quizá a partir de mitad de 2013, no sé. Espero que pase lo que pase, tanto si esos cambios me llevan a otro lado como si me dejan aquí, este punto de inflexión me haga volver a reconocerme y reconoceros, aunque no os vea desde hace tiempo. Es curioso, hace poco más de un año tuve un pequeño momento de crisis y pensaba en cambiar cuando mi momento era estable en Ecuador. Mientras tanto, ahora que quizá se venga un camino, o quizá no, es cuando me gustaría quedarme en mi querida mitad del mundo. Así somos las personas, ¿no?

En fin, que esos detalles y momentos del 2002 son poco en la inmensidad del tiempo y del espacio, pero mucho en una vida. No hay que olvidar lo aprendido. Y si hay algo que no quisiera olvidar de lo que he aprendido hace poquito es un viaje al sur del sur que acabo de hacer hace un mes, un viaje a la Patagonia de este planeta, y por supuesto a Chile y Argentina.



La cosa comenzó en Santiago de Chile. ¿Mi idea general de la ciudad, capital del país? Ejemplo y experimento de cómo el sistema económico y la historia de América del Sur han convivido. Cuidad moderna y auténtica, al igual que su gente. Fusión de habitantes que llegaron y otros que se fueron, de compromiso con el cambio real hacia la mejora de toda la población y no solo en el discurso. Optimismo, lucha y aceptación de vivir en la vorágine de un contexto económico como el que está. Mucha integridad en un momento en el que todavía se reconoce lo propio y el hecho de que la gente puede hacer el cambio, aunque la sociedad empieza a parecerse a esas zonas del mundo que quedan más lejos que los países vecinos. Mezcla de Europa y Latinoamérica a niveles insospechados. América en estado puro, el "norte" y el "sur" en el sur. Bello lugar cuando llega el calor primaveral de noviembre.


Para no quedarme sólo con la idea de la ciudad, ya que como en todo lugar la capital no es el país, ¡por favor, no lo olvidemos esto lxs citadinxs! el viaje siguió a Temuco y de ahí al Lago Budi, territorio mapuche, lugar que les queda a lxs mapuches como propio. Resulta que hace más o menos sesenta años este lago no era como es hoy, sino mucho más pequeño, como una entrada del mar (está a pie del pacífico). Un tsunami (denominación asiática que hoy en día ya manejamos todo el mundo pero que en los años 50 del siglo pasado no se conocía ni en Chile ni en España) se comió parte de la costa y creó un bello lugar, eso sí, inundando casas, ganado y lo que encontró en su camino. Después de escuchar el significado de la cruz en el cultrún[1], pudimos escuchar dentro de la ruka[2] en la que nos alojábamos el sonido del mar y de un caballo que iba y venía, durante toda la noche.



¿Qué siguió? La isla de Chiloé y sus casas de parafina, de colores. La bruma, la lluvia, el frío en la calidez del océano helado... un paseo entre pescadorxs e historias de invunches, basiliscos y traucos[3]. Chiloé no podría ser lo que es sin su nieve y lluvia en estado natural, en medio de la modernidad pero alejada de las modas de la ciudad que le incitan a ofrecer ropa de verano en medio del viento y el frío, ¡tan bellos, tan únicos!


Pero la parte más conocida de la Patagonia no es esa sino la que está al otro lado de la frontera, del lado argentino, como Bariloche y San Martín de los Andes. Pronto llegó el mate con más asiduidad (en Chile lo toman pero en Argentina se siente más presente en las reuniones de dos o más personas), la nieve, las estaciones de esquí, las casas al más puro estilo alpino (de los Alpes, sí, no de los andes), las fábricas de chocolate, los lagos y los pingüinos que quedaban cerca pero que no nos dio tiempo a "bajar" para ver. Ciudades nuevas... Por ejemplo San Martín de los Andes fue fundada allá por 1910, según nos contaban en el bus turístico, pero no fue hasta los años 40 del siglo pasado que se pobló de gente que llegaba del centro Europa, la mayoría de la zona de los Alpes o cercana, ya que tras la segunda guerra mundial la Patagonia no era un mal lugar para elegir vivir, sobre todo si se había perdido la contienda.


El turismo ha seguido, la ruta de los siete lagos sigue siendo de los lugares más visitados en la Patagonia y sin embargo si se continúa el camino hasta Neuquén se notan esos cambios radicales de paisaje de las tierras próximas al polo sur. Allí en Neuquén hizo de nuevo calor y comimos rica carne, también probamos rica cerveza en esos lugares que siguen promocionando la cultura, la música y la venta callejera... ojalá no lo pierdan.

Y bueno, en fin, para no quedarnos, a nuestro regreso a Chile antes de volver a Ecuador, con la imagen de la capital del país como último recuerdo, tomamos la mejor decisión: Valparaíso. No hablaré de esta ciudad de la costa chilena porque mucho se ha escrito mejor de lo que yo lo podría hacer, y porque espero que quien me lea pueda alguna vez conocerla. Existen muchos lugares mágicos en este planeta y no voy a descubrirlos todos. Solo dejo una foto para que puedan investigar.



[1]El cultrún es un tambor ceremonial, el instrumento musical más importante de la cultura mapuche. Normalmente se le pinta el meli witran mapu (tierra de los cuatro lugares) o cruz mapuche. Según una interpretación, las cuatro demarcaciones que resultan de los brazos de la cruz son los puntos cardinales y determinan esa tierra de los cuatro lugares. Los cuatro signos de cada lado de la cruz representan al sol en los cuatro tiempos del año o estaciones y en las cuatro fases de un día: sol del amanecer, sol del mediodía, sol del crepúsculo y sol oscuro bajo la tierra. A cada esquina del mundo o punto cardinal se le asigna un elemento: el aire al Norte, el agua al Oeste, el fuego al Oriente y la tierra al Sur.

[2]Nombre de la vivienda habitual de los mapuches.


[3]Personajes de la mitología de de isla de Chiloé.


Otro mundo, otro enfoque

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(la llamaremos "la poesía de los diez minutos", con lo que me inspiró la mañana del domingo)


Otro mundo, otro enfoque
 
Otra forma de caminar,
otro modo de mirar,
diferentes formas de hacer,
de creer, de conocer.
 
Reconstruyendo cada momento,
cada razón, cada recuerdo.
Viviendo el presente,
cambiando las cosas que vienen.
 
Las que vienen y las que vendrán,
el mundo que cambiará
no por mudanza propia
sino por nuestra forma de interpretar.
 
Hay muchas formas de vivir,
de sentir, de dividir, de unir.
Yo escojo ese otro enfoque por mí,
pero también por ti.
 
Otro mundo, otro enfoque.
¿Por qué hablamos solo del destino
y no del camino a él
si sabemos que son lo mismo?
 
Otra forma de querer,
de ser parte de lo que sé,
de lo que sabes y lo que tienes,
de lo que tengo y compartiré.
 
El alma está hecha de partes
y formas de sentir la piel.
No existirá otra forma de verlas antes
que la que venga del presente aquel.
 
Aquel que hace reconocer
nuestra propia forma de caminar,
nuestra propia forma de conocer,
de creer, de hacer.
 
No perder el rumbo unido o solo,
pero si no hay cómo
no olvidemos que el objetivo
es otro enfoque, para lograrlo todo.
 
Y lograrlo todo es conseguir
que el mundo sea visto
con otra lupa, para cambiarlo.
Nuestra fuerza, nuestra perspectiva.
 
¡Bienvenidx a tu enfoque!
Nada teórico, sino tu interpretación
de lo que venga y lo que toque.
¡Sin o mejor con ambición!
 
Otro mundo, otro enfoque.

Tímidamente he de decir que he llegado un poco tarde...

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... para contar lo que fue mi inicio de 2013. Hay lugares que lo controlan todo, pero este, además, me aprisionó y no me dejó salir. Llegué a Quito enseguida pensando en esa ciudad con la que soñaba de pequeña y a la que pensaba que no llegaría y entré en mi día a día. Comencé de nuevo en la que sería mi última etapa en la mitad del mundo. Así pasaron seis meses. Hoy han pasado siete desde que pensé buscar algo que me siguiera motivando, pensamiento por el cual estoy aquí sentada escribiendo, abrumada por este positivo cambio.

Lo último que pensaba era que esto ocurriría hoy. No porque no quisiera sino porque no creí poder dar un cambio tan a la ligera. Estaba segura de que tomaría tiempo dejar Ecuador pero sorteé esa dificultad yéndome rápido. Dejé esa tierra de volcanes, me he ido, he recorrido mucho en varios años pero aunque cambiar de país es ahora más fácil no es menos duro.

Y es que han tocado mi corazoncito decenas de situaciones y gente. He llorado, he reído, me he enrabietado, he viajado y he sentido el alma de las nubes diarias que me han acompañado y traído la tormenta al tiempo que me protegían de ella.

De un salto me he encontrado rodeada de casas blancas y de edificios que todavía guardan la elegancia de hace más de medio siglo. Me he colado por calles escurridizas, subidas y bajadas constantes. Alguien llama a oración no se sabe desde dónde. Y he visto de nuevo mi mar mediterráneo. He escuchado los pájaros que me acompañaban en vacaciones allá por los noventa y he pensado si serán los nietos de aquellos que venían a Elda desde el sur pasando por Argel. Se colaban sin pasaporte. O decidían no subir más y quedarse descansando aquí, apoyados en un árbol de la Plaza donde ahora estoy.

Quizá los pájaros no sepan que detrás de la gran mezquita de esa plaza hay un zoco donde comprar mil detalles. Gente de todo tipo pasea por allá, desde la más moderna hasta la más tradicional. ¿Y yo? ¿Qué pensará la gente? ¿Que voy a la moda o que no?

Voy caminando y la humedad se me mete hasta los huesos del mismo modo que siento la sequedad del desierto en tierras del sur. Qué decir de un lugar donde he sentido que estaba donde debía estar. Sin entrar en hacer más juicios sólo diré algo acerca de lo que el paso por aquellos territorios me ha dado: me ha ayudado a no olvidar que toda persona tiene derecho a un hogar, más allá de los estados, pudiendo elegir donde está este hogar, y que a toda persona se le deben reconocer el resto de derechos por igual. Sabemos esto, pero no lo recordamos cada día, eso por descontado.

En estos momentos, sin duda, y pase lo que pase en los próximos días, semanas o meses, siento que estoy en el lugar en el que debo estar, en el momento en el que debo estar. Argelia y el Sahara me hacen sentir eso.

No hay mares, no hay océanos, ni de agua ni de tierra, que puedan separar a cada quien de lo que sabe que es justo. Solo un@ mism@ se separa de ello. Sigo escribiendo.


Viernes de oración

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Busco una inspiración en alguna palabra, algo que con sólo nombrarlo pueda haceros volar conmigo. La estoy buscando dentro de esta tierra rica de olores, sabores, sensaciones… la sigo buscando para que además os trasmita el cambio interno que supone para mí estar aquí. Alguien que no imaginé que me leyera con asiduidad me dijo hace algunas semanas que por favor no deje de publicar aquí, que cuando me lee se imagina en los lugares donde camino. Solo por eso, porque nunca se sabe a quién puede llegar lo que se trasmite, solo por eso, he sacado un hueco de mi tiempo en esta tarde de viernes de oración para escribiros. ¿A quién? A quien le pueda llegar un poquito a su alma.

Hoy es el inicio del fin de semana, empecemos por ahí. El cambio empieza cuando el ritmo vital semanal cambia. Los domingos son el día más ajetreado que siento en Argel, el inicio de la semana es muy activo aquí, mientras que el viernes todo está en calma, la mayoría de las tiendas no abre y sólo se siente el descanso. Me levanto, desayuno algo ligero y salgo a la calle en este domingo-viernes con mi ropa blanca para darme cuenta de que ya no voy a clase de yoga en Quito. Realmente ahora que he llegado después de mi viaje a España para renovación del visado es cuando me he dado cuenta de que resido un corto tiempo en el Magreb. Las calles tienen mucha luz que se refleja sobre un mar que no se aprovecha tanto como en el norte del mediterráneo, la gente habla efusivamente, los coches pitan y pasan, las mujeres me miran y no dicen nada, los hombres también. Yo les miro. Quien me conoce sabe que nunca entro a valorar, solo les observo, me observo, aprendo a cada paso hasta llegar a mi momento relajante y meditativo de la semana, el momento del yoga. Hay cosas que no cambian, pequeñas costumbres que se mantienen. Cuando todo alrededor es tan distinto el hecho de mantener algo de lo que se hacía antes es lo que queda de rutina, que aunque digamos que no en el fondo necesitamos, para no perdernos.

Estoy aquí, en viernes,  sentada en un sofá de una casa de Argel con un jardín desaliñado, una casa llena de gente, de inquietudes, temores y cariño, esperando que alguien llegue y me levante de mi relax de viernes de oración interna. Disfruto de este momento tanto como del momento en el que se verá interrumpido, cada instante tiene lo suyo.

Mientras tanto sigo pensando en esta ciudad en la que me encuentro, en esta Argel descuidada y cambiante. Todo lo que oigo me hace comprender un poco el contexto en el que estoy, o al menos eso intento. Quien duerme a mi lado lee estas líneas y reposa conmigo.

He tenido varios viernes de oración en Argel y también los he tenido cuando bajo al sur, al Sahara, donde he aprovechado para dar otros paseos que me cerraban los ojos por la arena pero me abrían los sentidos. Tuve uno especialmente particular cuando estuve en mi segundo viaje que no he contado porque no he tenido mucho tiempo y que aprovecho este viernes de oración y de parrafada para contar. Fue un paseo de una hora, no todo el tiempo caminando porque tuvo algunas paradas, pero me enseñó más  en ese rato que el resto de días que he gastado en los campamentos de refugiadxs del Sahara. Solo os contaré que caminando por la hamada1 me surgían dudas, mientras alguien me las iba respondiendo y cada respuesta era del todo menos la común. Un par de esas contestaciones son las que me quedaron más grabadas, ya que resumen cómo siento que es el Sáhara:

    -    Esta parcela, ¿tiene propietario?
    -    Pues es de todos y de nadie.
    -    Y, ¿este pequeño cementerio funciona?


    -    Aquí todo funciona y nada funciona.

Este viernes de oración desde la perla del Magreb y sus reflexiones inconexas terminan por ahora aquí.

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1http://es.wikipedia.org/wiki/Hamada#cite_note-1. Unahamada o hammada (en árabe, حمادة ḥammāda) es un tipo de paisaje de desierto pedregoso, caracterizado en gran parte por su paisaje árido, duro, de mesetas rocosas y con muy poca arena. La mayor hamada del mundo es la hamada del Draa,en el noroeste del desierto del Sáhara, ubicada entre Marruecos, Argelia y el Sáhara Occidental. Las áreas de hamada constituyen el 70% del desierto del Sáhara.

Entre dos coordenadas geográficas

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Tren de Orán a Argel, principios de enero de 2014

Aún tengo un bolígrafo que no tiro porque me recuerda a Quito, son de esos que me daban en  mis actividades de hace tan solo ocho meses. Una escapadita como la de este fin de semana me ha permitido volver a sacarlo de mi billetera. No he conseguido otro boli para ponerlo en ella porque es delgadito y cabe pero sobre todo porque mantener un recuerdo de cada etapa anterior que voy pasando me hace sentirme más lineal y más cuerda. En este caso, un simple esferográfico con el que escribo de vuelta desde Orán hacia Argel.

No voy a despistarme ni a irme por las ramas con cosas que no son las que quería contar. Escribo esto mirando por la ventana. Son las diez de la mañana. A las ocho salí puntualmente de la Gare d’Oran1. Entre frutales se encuentra Chlef, una wilaya que parece que no visitaré, no solo por seguridad para mí sino porque me voy del país en pocas semanas. Sí, por ahora (y digo por ahora) me vuelvo a marchar de otro lado. En este caso de Argelia. Pero no he querido irme sin reencontrarme primero conmigo misma, con el pasado y con este país lleno de gente amable y poco visitada, lleno de rincones que no veré, al menos no este mes. Hay tantos lugares en el planeta que no visitamos y que por tanto no echamos de menos – el corazón se encogería si lo hiciéramos – que hablar de lo que no conoceré de Argelia se queda pequeño.

Vuelvo a irme por las ramas. Mi objetivo era resumir lo que ha sido este reencuentro con un pasado en el que no había nacido. Desde la latitud 36°09’55’’ y longitud 01°20’14’’, en algún lugar del camino en tren, lo hago:

El jueves día dos de este mes me levanto por fin a las seis de la mañana en Argel, lo consigo. Tengo la suerte de haber pasado casi diez días sin madrugar y como soy tan dormilona lo aprovecho. “Suya suya2”, como quien se toma un último día de vacaciones, me escurro por debajo de las sábanas y salgo. Hace frío. ¡La calefacción se ha apagado por la noche, no sé por qué, pero igualmente un mosquito hibernal ha vuelto a picarme, leñe! No pongo la calefacción que me voy. Me dirijo a buscar la que fue la casa de mi abuelo materno.

En el tren duermo bastante rato. No puedo llegar de Argel a Orán en coche, por motivos de seguridad, pero en avión o en tren puedo hacerlo, handulillah3. La primera clase no está nada mal, no es incómoda. Cuando me despierto tengo hambre pero no me apetece ir al vagón cafetería. Leo un rato hasta que llego.

La estación de tren de Orán es bonita, bien conservada y no todo lo está en la ciudad. Seguramente porque sigue en funcionamiento. Como la calle está llena de gente, a las doce del mediodía decido no hacer cola para reservar el billete de vuelta sino caminar por la calle que baja al hotel, mostrando seguridad en mis pasos, como si llevara toda la vida en la ciudad, para que no se me note que no soy  kabyle4, ya que todo el mundo piensa que lo soy y me habla en árabe. Es una suerte porque si no hablo paso totalmente desapercibida, perdida con mi maleta por Orán.

Al final tengo que preguntar por el hotel y una amable señora me acompaña. La recepcionista es igualmente simpática y me da el número de un taxi de confianza y el de una pequeña agencia de viajes para hacer un tour el viernes, aprovechando que estaré un día más. 

Son las cuatro de la tarde. El taxista se llama Bachir. Me recoge después de darme un buen paseo buscando un lugar para comer y la oficina de correos para mandar un par de postales a mi hermana. A las cuatro y media llegamos a la dirección en la que vivieron mi abuelo y mis bisabuelos durante casi dos décadas. He de decir que a pesar de ser tan sentida, este encuentro con el pasado ha sido más importante que sentimental, es como haber hecho los deberes. Significa no haberme ido de Argelia sin haber cumplido una simple palabra: la de buscar la casa de mi abuelo, que a día de hoy ha sido demolida y en su lugar han construido un taller de reparaciones de coches. En su momento me cuentan que fue una vaquería y que mis bisabuelos alojaban españoles que a la llegada a la rica ciudad buscaban trabajo o algo mejor en sus vidas, lo que fuera. Como hago yo.

Al volver en taxi me imagino a mi abuelo de niño, en pantalones cortos, vestido como en la época, paseando un sábado cualquiera de la mano de sus padres para ir a la antigua catedral, hoy en desuso, y a la tienda que hay al frente, a hacerse una foto familiar.

Tras esto llamo a mi padre al móvil. Quiero aprovechar esta última oportunidad en la ciudad para averiguar si puede darme algo más de información sobre mi bisabuela paterna y puedo hacer el mismo ejercicio que con sus familiares. Y es que realmente debo ser un poco kabyle con tanta gente de mi familia que estuvo por allí. No hay suerte, no pedí los datos hace años y hoy quien podría dármelos ya murió. Igualmente le dedico a la familia de mi padre el paseo por la plaza de armas, donde en algún momento seguro que también estuvo mi bisabuela Rosa. Mi abuelo y mi tía abuela no estuvieron nunca ahí, pero les mando un beso. Y es que el 2013 se les ha llevado a los dos descendientes de oranesa y aunque es muy normal (ojalá llegue yo a esa edad) pues no se debe desaprovechar una oportunidad para, aunque sea, mandarles un beso imaginario. El 2013 ha sido movidito en general, no han sido los únicos en no estar.

Sigo caminando como si yo fuera del lugar y recibo la llamada telefónica del guía turístico. Ha podido arreglarme la visita a la ciudad con poca antelación, en viernes festivo, y cumpliendo todas las medidas de seguridad. Salgo mañana a las nueve de la mañana.

Los monumentos que visito el viernes se mueven entre vestigios visigodos, turcos, españoles y franceses… me llevan a visitar mil antiguos fuertes, cárceles, iglesias y vírgenes, mezquitas, casas coloniales viejas y nuevas, el río, el mar, los pescadores y las señoras tocando canciones con panderetas y vestidos negros. El color que define al día es el verde del paraíso de la telita con la que la anciana señora envuelve la vela que me da al visitar un pequeño oratorio musulmán. Día perfecto, descanso perfecto.

Solo terminaré el relato del viernes escribiendo una anécdota que mi guía me contaba de camino de acá para allá: Dice que en un viaje que hizo a Nueva York quiso conocer Harlem. Tomó el metro y cuando salió en el barrio se le acercó una persona de allí y le preguntó de dónde era, ya que era blanco como la leche. El guía respondió que era africano, más africano que quien le hizo esa pregunta y cuyos padres y abuelos eran ya americanos. Esa persona de Harlem se sorprendió con la respuesta y a mí me gustó esa anécdota, que caracteriza mucho lo que se entiende por África. Parte de mi familia vivió mucho tiempo en África. 

Hoy, al día siguiente de todo eso, siendo sábado 4 de enero de 2014 en el calendario que rige los rumbos de la mayoría de la humanidad, estoy sentada en el tren frente a una señora con su hija pequeña. Escucho música “de viaje” en mis auriculares y escribo ya casi a latitud 36°45’09’’N y longitud 03°02’31’’E. La niña tiene una rabieta. La señora cede su asiento a otra porque es mejor para dar de mamar, frente a mí, tranquila. Solidaridad femenina en todos lados. Qué más decir.
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1 En francés, estación de tren de Orán.

2 En árabe, despacio.

3 En árabe, gracias a Dios.

4Bereber, poblador/a del norte de Argelia y otras zonas del Magreb.

Treinta y nueve

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Lo debo, es el momento de devolver todo aquello que he aprendido en mi última etapa.

Gracias. Shukran. Merci.


No se me ocurre qué más decir. Esta publicación, este "ayni" de "raquelicayni", no va para otro lugar que no sea el Sahara y su gente. No me he ido, no conseguiré irme del todo:



Treinta y nueve números en ocho meses…
1.- Primera es la vez que escribo algo sobre el Sahara Occidental diciendo lo que ha significado para mí conocer su contexto. Hay algo allí que me sigue en la distancia. La energía es tan fuerte que acompaña allá donde vaya. No voy a luchar contra ellas sino que voy a hacer un esfuerzo por no olvidar.

2.- Dos son los ojos con los que me ves aunque no estés. Sé que el día de tu muerte está grabado en tu espalda y nada se puede hacer contra ello, pero el destino no puede ser tan injusto. Creo o más bien espero que diga que nos encontraremos antes de que eso pase.

3.- Tres son el número de tés que se preparan en una tanda, aprovechando las mismas hojas de té. Se pone la infusión en una pequeña tetera y se rellena tres veces. Algo con mucho significado, más del que puedo interpretar porque no pasé tanto tiempo allí como para conocer todos los signos de cada pequeño gesto o vaso. El primer té es amargo como la vida, el segundo es dulce como el amor, el tercero es suave como la muerte.

4.- Recibí cuatro turbantes de colores en mi última noche. Esto no pasa solo allí, pero algo tan simple como cuatro turbantes a combinar con mis camisas o jerséis me harán no olvidar su lucha de vida y me permitirán pensar que quiero conocer más sobre su significado.
5.- Las wilayas que hay en los campamentos de personas refugiadas saharauis que se encuentran en Argelia son cinco a día de hoy: Bujador, Smara, El Aaiun, Ausserd y la más lejana, Dajla. Cada wilaya se organiza en dairas y estas en barrios, donde siempre hay una jefatura de barrio. Un lugar realmente organizado. Además, hay un centro administrativo que es Rabuni, donde se encuentran el mercado más grande o "marsa", la base de Naciones Unidas, el lugar donde dormimos la mayoría de lxs extranjerxs (se llama protocolo), etc. 

6.- Seis fueron los viajes Argel-Tinduf-Argel que tuve que hacer para bajar de vez en cuando a trabajar al Sahara. Todos ellos largos y con anécdotas que contar, pero eso ya sería otra historia. Tinduf es la última ciudad de Argelia, que está militarizada y desde la cual se entra con escoltas a los campamentos de refugiadxs, pasando el control de frontera como quien entra a otra nación, es como una nación dentro de otra.

7.- He visitado siete casas diferentes en el Sahara, siete jaimas, siete familias a cuál de ellas más hospitalaria. Eso es lo mejor que tienen y la forma en que llegas a quererles al llegar. A partir de ahí empiezas a conocer un poco más.
8.- Ocho es el número de meses que ha durado mi estancia. Poco para profundizar, mucho en relación a lo que sería haber estado en cualquier otro lado.
9.- Nueve son el número de reuniones en los Ministerios de la RASD que tuve. En algunas me recordaban que yo era española, y lo que había sido la historia de España con el Sahara, tanto la antigua como la actual. Pude haber nacido en cualquier otro lado, pero me ha tocado en Elda, al menos en esta vida. Lo único que puedo ofrecer es estar ahí en ese momento.
10.- Diez es la nota que le daría, según el mínimo de cero y máximo de diez que es lo que yo recibía cuando estudiaba, a quienes pudiendo elegir estar en otro lugar para vivir deciden quedarse allí o volver de donde estaban.
11.- Y llegamos al once, que es el número de publicaciones que leí antes de llegar allí para saber que el Sahara Occidental se divide a día de hoy entre los campamentos en Argelia, los territorios gobernados por Marruecos, los territorios de la RASD (un pequeño trozo del desierto) y la diáspora saharaui.
12.- Aproximadamente doce por diez mil, o sea ciento veinte mil, es el número de personas refugiadas que las autoridades saharauis manejan. Este cálculo es distinto del que hace Naciones Unidas. Lo más importante es que estas personas no tengan que permanecer ahí.
13.- Trece son los años que llevan esperando el referéndum para el cual se instaló la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el referéndum de Sahara Occidental) en Tinduf. Concretamente desde el año 1992. Ha habido intentos fallidos y todo está parado y enquistado, no hay un censo fiable ni interés real porque lo haya, por parte de casi nadie.
14.- El número de ONG españolas que he contado que residíamos en el protocolo de Rabuni asciende a catorce. Esto puede cambiar en algunas épocas del año, con misiones de voluntariarixs o médicxs que sirven para crear más vínculo con España y otros países. Menos olvido.
15.- Quince son los kilómetros que he andado por el desierto, según mis cálculos globales, en los paseos justo antes del toque de queda en los alrededores del protocolo. Paseos con el viento del desierto de frente o de espaldas, nunca sola, paseos al atardecer, entre el cementerio de camellos y las piedras de la hammada, paseos entre relatos de la realidad, caminando con un pie tras otro, como en cualquier otro lado.
16.- Dieciséis son las sesiones de trabajo que he dedicado a escribir esto, en las que he tratado de leer un poco pero sobre todo he tratado de plasmar más mi visión que números exactos. Pido disculpas por si alguno de los treinta y nueve números tiene algún error de cálculo numérico o no numérico.
17.- Diecisiete son las veces que he pensado que no quiero desvincularme del Sahara, una por cada noche que he pasado desde que terminé mi periodo allí hasta que escribí este número de esta lista.
18.- Los dieciocho años son las mayoría de edad, como en España, ya que el Sahara Occidental era el antiguo Sahara español. A esa edad toda persona que viva en los campamentos podría iniciar el trámite para tener un pasaporte argelino o de cualquier otro país si le dan el permiso, quiere y puede. El resto, quien no lo hace, la gran mayoría, es apátrida.
19.- A las 19 horas es el toque de queda. Terminaba mi trabajo en la oficina a las 17 horas, a veces un poco más tarde, pero los últimos días fueron especiales porque de 17 a 19 me iba a caminar o a tomar los tres tés. Es en momentos como esos en los que he conocido verdaderamente algo del Sahara. Solo algo, me queda mucho. Si la situación de seguridad me lo hubiera permitido toda esa información me habría servido para hacer una tesis doctoral tras mi carrera de sociología. Sociedad musulmana especial... cultura tan interesante que espero que esta situación no le haga perder o mudar tanto que ya no sepan lo que es propio, como se ve en otros lados den mundo, incluido el mío.
20.- Veinte son los módulos del protocolo destinado a las viviendas de las personas cooperantes. Se dividen en dos pasillos: A uno se le llama el "viejo" y a otro se le llama el "nuevo". Ahí pasaba las noches mirando las estrellas, cuando no había siroco que me lo impidiera, claro.
21.- Son veintiuna las veces que revolví papeles y contactos para buscar un dato que me dijera dónde podía estar una persona que debía darme algo y que se había ido a territorios ocupados. Nunca más podría volver a verla mientras estuviera en los campamentos de refugiadxs.
22.- Veintidós por ciento es el porcentaje aproximado de personas saharauis que aun hablan español en el Sahara, según cifras del Instituto Cervantes a las que he podido tener acceso por internet. Muchas de ellas son de la generación de mis padres y tenían su DNI del Sahara Español, otras son jóvenes y quieren o tienen que aprenderlo.
23.- Sólo llegué a saber veintitrés palabras en hasanía, según lo que apunté en mi libreta que llevo en el bolso. Fueron los números, los días de la semana… lo que buenamente pude con el contexto en el que estaba, pero realmente me arrepiento de no haber aprendido más.
24.- Veinticuatro es aproximadamente el número de niñxs que tenía alrededor mío en ese día de julio en que mi avión se retrasó para que ellxs, que participan en el programa "Vacaciones en paz" pudieran venir en un vuelo comercial en lugar del chárter en el que normalmente se suben. Son menos de los que viajaban antes. Yo estaba la sala de pre-embarque llena, todxs estaban nerviosxs y quería hablar conmigo en español, mientras esperaban encontrar a sus familias. Aunque yo hubiera querido ir a la mía y no hacerles caso no habría tenido la oportunidad. Fue uno de los momentos más tiernos…
25.- Y veinticinco es el número aproximado de kilómetros que separan Tinduf de Rabuni. Como dije, Tinduf es la última ciudad de Argelia antes de entrar en los campamentos. Como está militarizada nunca llegué a salir del coche cuando pasaba por sus calles, excepto para algún trámite.
26.- Lloré veintiséis días por irme, esperando poder liberarme de la pena para poder escribir esto como hago hoy.
27.- Si alguien quiere ir por tierra desde Argel hasta Tinduf, veintisiete son las horas que debe pasar en su automóvil. Verá mar, montañas del Atlas, un desierto de dunas y otro de tierra y piedras… verá hermosa gente… nómada. Y si tiene suerte notará eso que sólo África sabe dar.
28.- Veintiocho por cien, o sea, casi dos mil ochocientos, exactamente 2.720, según he leído, es lo que mide el muro que separa los territorios liberados de los territorios gobernados de facto por Marruecos. Es el muro más largo del mundo construido por el ser humano a día de hoy.
29.- El 29/12/2013 leí una noticia en El País. Decía "Carta a los Reyes Magos desde el Sahara". Me pareció llamativo el título, ya que para mí representaba cómo culturalmente influimos y seguimos influyendo desde España. La leí. Cada vez hay menos noticias en los medios de comunicación.
30.- Fue el día 30 de un mes de junio el momento en el que pisaba por primera vez Rabuni. Era por la noche. Las estrellas estaban allá arriba como casi siempre. Hacía calor. Lo que sentía por la oportunidad de estar allí… eso… es tan íntimo que me lo guardaré yo.
31.- Treinta y un días duró el ramadán que vi, en el que además se trabajó en el desierto mucho más de lo que se trabaja fuera de este periodo, aun teniendo en cuenta las condiciones extremas de clima y temperatura que se viven. Cerca del mes de septiembre de 2013 oí que un grupo de expertos iba a llegar de la Meca a los campamentos para determinar si este lugar estaría exento en el futuro de seguir este pilar del Islam durante los meses de verano, no sé en qué quedó la cosa. En todo caso esta experiencia en ramadán, como tantas otras durante esos meses, me han permitido analizar mejor las cosas.
32.- Creo que son aproximadamente treinta y dos el número de dairas que existen en los campamentos del Sahara, ya que el número ha variado hace poco. Dentro de ellas, la mujer tiene un papel importante. Muchas son jefas de barrio y/o jefas de daira, incluso tienen su hueco en el mundo militar. Me ha sorprendido gratamente ver esto, tanto que publiqué un artículo al respecto. Esperemos que no vaya a menos el papel que juegan, ya que desgraciadamente los derechos adquiridos por la mujeres en un momento dado y en un contexto concreto pueden volver a perderse allí y en todo lado.
33.- Treinta y tres SD es el modelo de una marca que empieza por "n" y que se utiliza para la caravana solidaria con ayuda desde Europa. Este tipo de vehículos resisten las condiciones del desierto. Los alimentos y otros bienes llegan a destino, sí, pero pueden perderse si no se analiza bien lo que se envía. Estas acciones son muy positivas, deben seguir haciéndose, por supuesto, pero la idea es que algún día se terminen y que el esfuerzo sirva.
34.- Treinta y cuatro años. Esa es la edad con la que podido conocer todo lo que cuento. No la olvidaré.
35.- Treinta y cinco es la edad con la que me he ido. Dicen que en el Sahara cada periodo vale el doble, cada experiencia vale el doble, para mí incluso ha valido más.
36.- "36" eran parte de los dígitos de la cuenta bancaria a la que podía llegar el dinero para ayudar en una tragedia que sucedió en otro lugar alejado del mapa, cuando yo estaba en ese huequito diferente del mundo. En ese momento toda la ayuda internacional se volcó a aquel desastre natural. Cuando estás en un lugar casi olvidado  te quedas con la sensación de no saber bien lo que debes hacer ni lo que está mejor. La ayuda que llega al Sahara se reduce y la que ha llegado ha creado desigualdades como en casi todas las partes del mundo en las que las personas se organizan en sociedad ¿Por qué seremos así? ¿Qué nos llevará a las personas a querer acumular más allá de lo que necesitamos?
37.- Son treinta y siete las veces que he pensado antes de publicar esto, porque no quiero sonar a lo de siempre. Lo que quiero es aportar a un cambio de miras como el que yo he sentido, compartir información.
38.- El número treinta y ocho es el que más me ha costado completar porque al hacer este listado me he dado cuenta que desde diciembre pasado que pensé en redactarlo ha pasado un año más. Ya no son treinta y ocho sino treinta y nueve.
39.- Treinta y nueve son los años que en 2014 llevan resistiendo las personas que viven en los campamentos saharauis. Treinta y nueve. Y contando. Ellas y ellos son los últimxs españolxs del desierto. Gracias a su lucha de vida enfoco la mía a ser quien quiero ser. No voy a querer cambiar. El destino y la vida me han puesto en ese lugar en ese momento, cuando más lo necesitaba.
 




La mayoría de las cosas pasan en un solo momento

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Hace dos semanas me visualicé a mí misma en enero de este año, corriendo de acá para allá en los aeropuertos, agotada a veces y agitada normalmente. En enero, tras eso, busqué decrecer, algo que hago en estos momentos en el parque de Turó de la Peira, el de mi nuevo barrio en Barcelona, en el cual aprendo debajo de un árbol. Pero no conseguí desvincularme del todo de esa sensación, la sigo teniendo, todavía no puedo dejar de viajar ni sé si lo podré hacer. Si tengo la oportunidad, claro está.

Dicen que la gente que se mueve, como yo, como pez en el agua por los aeropuertos, pierde un poco de su esencia y tiene que dejar atrás muchas cosas. Puede ser, pero si algo tengo claro es que, aunque deje de moverme con la naturalidad que lo hago por la terminal, esa se sensación de seguir buscando algo, de estar en casa, no me abandonará nunca.



Hace poco he sentido eso en un vuelo Madrid – Barcelona, nada largo pero muy representativo para mí. Representativo de cómo combinar en mi vida lo pequeño con lo grande, lo simple con lo complejo, la necesidad de seguir adelante sin perder la esencia, para no sentirme fuera de este mundo.



Quizá esa sensación de hace dos semanas me ha llevado a seguir intentándolo un poco más, a no desistir, a creer en mi misma, a volver a cambiar. Hay decisiones que complican el camino, pero que al mismo tiempo permiten verlo claro. Esas son las que yo he tomado este año, y sigo avanzando, o al menos eso intento. Espero que el destino me lo permita y que mi atrevimiento no le parezca demasiado descarado a los astros.

¿Vida acomodadamente errante o estable pero no acomodada? Ambas es posible al mismo tiempo, hacer lo que creo que debo hacer es lo posible, eso es lo que cuenta.



En fin, que gracias a la terminal del aeropuerto y a esa sensación dentro de tres semanas volveré a viajar. Raquelicayni se emitirá desde fuera de mi mediterráneo de nuevo, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Atrás ha quedado, por ahora, la idea de escribir sobre lo que voy viendo en mi contexto, porque no es necesario salir para escribir. Eso va a llegar, seguro, ya que tengo la convicción de que lo pequeño también es grande, sobre todo con los cambios que me encuentro cuando llego a mi lugar de origen, pero no será en mi nueva publicación en este blog. 

Motos, colores, reivindicación, lo amable, creación y bosque

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Quizá cuando llegas de nuevo a un lugar no puedes evitar hacer comparaciones. Yo intento no hacerlo pero siempre hay "categorías mentales" que se apoderan de la visión objetiva.

En los primero viajes empiezas pensando en las diferencias y similitudes que existen entre el lugar que estás conociendo y aquel del que vienes. Esta fase suele ser sorprendente.

Después, cuando ya te has movido varias veces fuera del hogar, empiezas a reconocer esos pequeños detalles que hacen único a un sitio y aquellos otros que le incluyen dentro de una de tus "categorías" o ideas, sea la que sea. Las que yo tenía antes de venir eran "país de África del oeste", "mayoritariamente musulmán", "con índices de pobreza altos", "sin mar", "ex colonia francesa", "algo desconocido", "con mucha cooperación internacional", "en paz", "con ciudades que no son metrópolis", "cuna de tradiciones y culturas" (por supuesto, vienen a la mente, en esta última categoría, sin poderlo evitar, los tambores con todo lo que representan…) y por supuesto país del interior del África subsahariana.

Por eso quizás ahora, justo en este momento, lo que estoy intentando hacer es llegar a una tercera fase personal: la de no comparar ni categorizar, sino ver Ouagadougou desde una mirada "sin impurezas". Es complicado porque cada persona es ella misma y sus circunstancias, pero para vosotras y vosotros, amigos y amigas, familia y quien me lea, diré lo que finalmente veo: Motos, colores, reivindicación, lo amable, creación y bosque.

MOTOS por todo lado. Una ley que dice que todo el mundo debe llevar casco pero nadie lo hace. Cientos, miles de motos, y en comparación muy pocos coches. Chicas que llevan al niño en la espalda en moto, ejecutivos trajeados en moto, señoras de cincuenta años con su bolso bajo el brazo y su peinado perfecto en moto, el señor con toneladas de cosas (exagerando, claro, pero para que os hagáis una idea) en moto, y por supuesto la pareja de adolescentes en moto. Los cruces son una locura, en los semáforos hay treinta o cuarenta motos en cada uno de los dos carriles de cada lado, deben ser algo más de doscientas en un cruce. Yo voy en coche… esperando a tener la opción de pasar. También hay bastantes bicis, pero no tantas como motos.

COLORES de todo tipo: en los vestidos o conjuntos de las mujeres cosidos con una perfección mejor que la de la mejor sastre, telas de colores para tocados de mujeres musulmanas, telas con imágenes de Cristo para las cristianas, telas preciosas que sirven para sostener a tantos bebés… telas que llevan las mujeres y algún que otro hombre en conjuntos coloridos. Convivencia de culturas y religiones, bajo la tradición común de los colores.




REIVINDICACIÓN a través de pequeños gestos o carteles de comercios que recuerdan historia o lucha. Reivindicación de lo propio como sus lenguas (la más hablada aquí es moore), de no tener que salir del país, de quedarse y hacer lo que se pueda desde dentro. Reivindicación a través de lo rasta, de la música, del simple hecho de no pensar que todo está dicho, sino que África está en movimiento. Reivindicación no solo de lo que es de aquí sino de la hermandad con el continente, de esa que ya no queda en otros lados como en Europa, donde hablar de la "unión europea" tiene una connotación monetaria. Unidad de comprensión, de reivindicación de lo que les corresponde, por igualdad.

LO AMABLE en cada persona, esquina y comentario. Simplemente porque sí. A veces me da la sensación de que por ser blanca todo el mundo es más amable, y me ayuda más, pero luego veo las reacciones y relaciones dentro de las grandes familias, con las vecinas y vecinos y con todo el mundo. Entonces me doy cuenta de que  también son amables con quien es de aquí de toda la vida. Salvando diferencias de caracteres, como en cualquier lugar del mundo, algo que me sigue sorprendiendo es la amabilidad burkinabé. Me dan ganas de pasar más tiempo con la gente, les busco para que me cuenten cosas y siempre encuentran un momento para mí. Mucha amabilidad.


CREACIÓN, y además creación de todo tipo: musical, artesanal, cultural en general y desde mi punto de vista muy, muy imaginativa. No por nada el centro de la ciudad es precisamente la plaza de los cineastas. Y reciclaje de verdad, sabiendo aprovechar lo que hay y sacándole el mejor partido. Más que reciclaje es creación, imaginación, arte. Mi segundo fin de semana aquí fue el de visitar la creación: Primero, la exposición de esculturas en piedra de Loango, a cielo abierto, en la naturaleza. Me han comentado que cada dos años hay un encuentro de escultores de todo el mundo y tallan las piedras, lo que le convierte en un "parque de la creación". Los paseos inspiran desde el punto de vista de cada artista, la mayoría african@s. Tras esto la noche me llevó a escuchar la fusión musical de una orquesta que se inspiraba tanto en clásicos populares e internacionales. Esa fusión podría llegar a traer más creación, en un ciclo que hace cada vez más bello lo que escuchas.

BOSQUE, como el parque urbano Bangr-Weoogo, en Ouaga mismo. Quizá porque es la temporada de lluvias y todo está mojado el lugar esté más verde, no sé (no he estado en época seca). Otra sorpresa grata ha sido encontrar lugares para pasear en una ciudad como esta, en el centro del Sahel, que imaginaba mucho más seca. Mi primer paseo ha sido por el bosque, mojado pero bonito, caluroso pero bonito, un bosque del corazón de África.


 

El ensayo del chicle

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El jueves pasado venía de la ciudad de Aleg1 con Sidi, que es el nombre del chofer que me suele llevar tierra adentro para que no tenga que lidiar con camiones y huecos en la carretera. Íbamos hablando sobre sus gustos y los míos, ambos elegimos una canción del usb que yo traía como favorita para nuestros constantes viajes de ida y vuelta. Y le ofrecí un chicle.


Cuando llegué a casa, Ahmedou, el guarda, estaba en la puerta de casa con una rica comida que había preparado en el mini fogón a gas, para un amigo que viene a verle cada viernes. Mientras, comenzó a contarme que el viaje a Senegal para asistir al entierro de su tío había sido muy frío pero tenía que hacerlo, alguien debía representar a la familia que está aquí en Mauritania. Me pidió otra vez que solo le hable español, para conocer algo nuevo. Le ofrecí otro chicle.


Sé que es algo normal, no tiene nada de especial compartir un chicle del paquete que llevas en el bolso, más allá del hecho de desprenderte de una pequeña cosa. Pero mi ofrecimiento va unido a un ensayo que estoy haciendo desde 2010: el ensayo del chicle.


La cosa consiste en comprobar la reacción ante el sabor de la menta fuerte de continente en continente. ¿Simple? ¿Tonto? No sé, en todo caso es genial ver cómo las personas de uno u otro país reaccionan ante mi ofrecimiento dependiendo de su contexto cultural y de mi relación con ellas, además del idioma claro. Sólo quiero aclarar que toda la gente a la que le ofrezco esta menta fuerte no son conejillos de indias sino personas a las que quiero, aprecio, o con las que he pasado parte de mi tiempo fuera de casa. Son quienes comparten o han compartido algo conmigo.


Ese segundo. Esa conversación. Esa respuesta. Algo bonito, muy simbólico porque es algo muy personal, como todo en este blog.


Un compañero y una compañera de trabajo, los dos, en Ecuador, durante las vacaciones de verano de 2011, me trajeron paquetes grandes de chicles fuertes, encargados por mí. Me miraron risueños, pensando “con tantas cosas que podría traerle desde Europa ¿Por qué me pide chicles baratos?”. Pues porque aquí no he encontrado tan fuertes – me respondía yo –.


Allí también, una amiga con la que estudiaba me pedía un chicle siempre para despejarse en clase. Aquí, al contrario, la gente suele ser bastante comedida y no me pide nada, pero su reacción distinta al probarlo sí que se hace notar. Se hace notar tanto como el sonido de las tres mezquitas que llaman a la oración en este momento y que me rodean mientras estoy sentada en el techo de mi casa. Se hace de noche, pero no voy a despistarme, otro día os hablaré de Nuakchot.


A veces siento que sólo me salen oportunidades de repartir mis chicles con determinadas personas. No tengo acceso a todo el mundo y por cuestiones ajenas a mí no podré intentarlo... 
- Mi amiga en Ecuador ponía gestos y me decía que estaba “re fuerte”. 
- Sidi, mi compañero de viaje y de horas de coche, no dice nada pero en cuanto le sirven un té lo tira o lo guarda. 
- Mis colegas saharauis hacían broma conmigo y me pedían chicles dos o tres veces al día, con lo cual el paquete me duraba poco. 
- En mi pueblo, mi familia y amigos aceptan el chicle y hay quien me me dice que el sabor dura mucho para lo poco que cuesta el paquete. 

No sé si unos u otros se daban cuenta de que estoy ensayando a ver qué pasa mientras comparto ese momento. Y no hay respuesta inválida.


Por ahora mi conclusión es que a todas las personas nos gustan los chicles, hay a quienes más y a quienes menos, pero es nuestro contexto el que nos hace preferir una u otra cosa o hablarme de una manera o de otra mientras se masca. Esa manera va de abajo a arriba, de arriba a abajo, de igual a igual, solo variando el sabor de cada quien.


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Capital de la región de BraknaMauritania. La ciudad es popularmente conocida como el lugar de nacimiento del anterior presidente de Mauritania, Sidi Ould Cheikh Abdallahi. Esta ciudad capital ha tenido históricamente que afrontar severos problemas con la escasez de agua dulce y potable ya que se encuentra ubicada en medio del arenoso desierto del Sahara


Y por si fuera poco, algo suena

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Acabo de leer que una amiga ha hecho una linda reflexión en un día lluvioso en casa, otra amiga se alegró cuando en mi cabeza sonó algo que de un momento a otro me llevó al pasado. Y por si fuera poco las buganvillas rosas y blancas de la valla de mi jardín me recuerdan que sigo aquí.



La idea es detenerse y pensar lo que una noche hace 20 años pudo venir a mi cabeza cuando decidí no estudiar enfermería o magisterio. Estaba tan embrollada con la marabunta de ideas de la adolescencia que un pequeño “clic” en mi mente hubiera podido llevarme aquí o allá.


No sería hasta mucho tiempo más tarde que descubriría que no hay diferencia entre ciencias y letras, norte o sur, bueno o malo, pero eso sería después de dar todas las vueltas a las que ese afán rebelde pero de niña buena me llevaban. Lo que sonaba es que ya apuntaba maneras.


Ha habido momentos malos, francamente malos, y otros vendrán. Cuando alguien me dice que no puedo hacer algo me da la fuerza para hacerlo. Eso ha sido tras mucho años y kilómetros perdida por las montañas de los andes sin calzado adecuado, cuando pensaba que no podría hacerlo. Tras enseñanzas de personas sabias que saben ponerme en mi lugar y aconsejarme cuándo debo y cuando debo dejar de soñar. Luego yo decido.


Basta de hablar del pasado, que me pierdo en filosofías mundanas que todas las personas piensan y yo me dedico a escribir. Solo diré que la cadena de acontecimientos comenzada quizá ese momento, quizá mucho antes que eso, quizá después, me hizo el 1 de octubre de 2014 aterrizar por nuevas latitudes algo más al sur de las ya conocidas. Y no son como pensaba.

Por la mañana me levanto, a veces medito, y luego suelo desayunar pan tostado un poco duro con mucho ajo, tomate y aceite. Si no voy muy apurada me hago también un zumo de naranja, pero lo más importante es el café para la fatiga mauritana (la famosa fatigue), muy común entre gente extranjera y del lugar. Una chica acogedora me dijo cuando llegué que no era por desanimarme, pero que ella estaba siempre cansada aquí. He preguntado cómo lo remedian y lo que gente suele responderme es “con el té”. Yo con el café, que el té no daría tiempo a preparármelo antes de salir de casa, y si lo hiciera no sería tan rico como el del chico de la puerta de mi oficina.


La oficina, ahí es donde voy, como muchas personas cada día en todas las puntas del planeta, mal y bien pagadas. Y no para cambiar el mundo, sino para organizarlo un poco con la gente con la que en ese momento me ha tocado convivir y trabajar. Y de paso, compartiendo por este blog que la vida idílica no existe, como ya hiciera un cooperante sabio en un artículo de un periódico que hace poco leí.


Me había quedado en el momento de llegada a la oficina. Dejo aparcado el coche prestado en la puerta de la mezquita construida con apoyo de Arabia Saudí y Mohamed me ayuda a lavarlo. Menos mal, porque está lleno de arena del desierto de los kilómetros que hice la semana pasada para venir desde el interior del país. Después cada hombre que me cruzo por el camino (a las 8 de la mañana frente a la mezquita mujeres se ven pocas) me saluda con la acostumbrada sonrisa de oreja a oreja.


Nuakchot está cerca del mar pero la playa no queda cerca del centro. El agua a veces se corta en el edificio, porque es alto, pero por lo general tengo buen internet y siempre hay luz. Eso hace que siga acelerada en el trabajo, hasta la hora de comer, si es que no tengo una reunión de esas largas. A mediodía voy a casa, al final de la jornada busco alguna “actividad extraescolar” y vuelvo a recogerme a la hora del sonido del llamado de las mil mezquitas, que son como un susurro que me recuerda que no desconecte, que estoy aquí. Y bueno, quizá después de cenar siga trabajando, pero el calor del lugar hace que la fatigue vuelva y el día se derrita.


También se me escurren entre las manos, derretidos, los pensamientos que puedo tener sobre cómo abordar determinadas situaciones complicadas, sobre cómo comprender, aceptar, sin juzgar. Realmente muy difícil no juzgar, pero como suele ser inevitable, por lo menos tendremos que hacerlo siendo conscientes de los errores a los que nos pueda llevar.


Y algo ha sonado hoy que no estaba inspirada. El grillo, la luz, el mosquito, el aire, el olor, el sabor, los despojos de los pensamientos, el bebé del alma, el orden y el desorden, lo predecible e impredecible, simplemente yo por aquí. Y mañana la marea quizá traiga algo más.


 




Lo sostenible

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DÍA 1


Lo sostenible, lo que se mantiene en el aire, lo que no se hunde, lo que aguanta y no se desmorona. Frente a mí, un montón de pájaros que están a punto de volar hacia Europa, hacia el verano de allá, para sostenerse. Esa es su forma de hacerlo desde hace mucho tiempo.


Acabo de levantarme en el Banc d’Arguin, es primero de mayo de 2015, día redondo para hablar sobre lo que se sostiene. Como digo, me he levantado al olor del café que alguien preparaba. Después he ido al baño y ahí, sobre un lavabo perfectamente nuevo pero sin grifo ni agua corriente, he leído el cartel que dice "desarrollo sostenible duradero". Mi pregunta es simple: ¿Cuánto durarán el cartel, el baño e incluso el desarrollo sostenible? Además, ¿cuánto durará la manada de pájaros frente a la playa? Y la gente que duerme en las jaima1 y que hoy se levanta conmigo a desayunar,  ¿se sostendrá?

Frente a mí, el océano que me separa de los tres continentes que conozco, a mi espaldas, el desierto que alguna vez estuvo lleno de vida. Los pájaros me ven y se alejan.


El cabo de Tafarit es bastante conocido aquí y algo peculiar. Las playas de Mauritania suelen tener mucho oleaje y no me llama especialmente la atención pasar la mañana en el agua, como me pasa en el mediterráneo. Pero aquí todo está calmado y hay que andar bien adentro para que cubra. Todavía no hace demasiado calor y a las familias mauritanas parece gustarles mucho venir unos días de vacaciones, aunque no se bañen.


Lo mejor de todo es el camino para llegar, pasando en medio de las dunas y dando botes que hacen menearse hasta el último de los músculos. Con esos saltos te parece que hasta tus órganos cambiasen de sitio y volvieran luego a su lugar. Sabes que no es así, pero te da esa sensación, y además te hace pensar en lo mucho que tu sostenibilidad depende de ese 4x4, mientras delante de ti se desvela el paisaje.


Pero sigue el viaje hacia el sur por el parque, con ese todoterreno por la línea de la playa, como antes hacía todo el mundo para ir de Nuakchot a Nuadibú, cuando no había carretera. Nunca había ido en coche por la orilla de la playa. Como no suelo repetir demasiado las cosas me quedaré con esta sensación, sostenible o no, y con el viento en la cara.


DÍA 2

Como en el día de hoy, sentada en la segunda parte del camino, la que lleva de vuelta a casa. El guía se acerca con leña. El grupo de las nueve personas que me acompañan esperan un rato, para poder comerse su "maaouiya"2 recén pescado. El sol se esconde. Las moscas y el olor intenso a mar, aunque molestan un poco, no estropean la sensación de ser un granito de arena. La noche entra y un pájaro se cuela en la jaima, uno de los miles que hay por aquí cerca…


Parece mentira que la inspiración no se sostenga en este sitio como lo hace en otros lados. Será, quizá, porque ésta suele llegar en momentos críticos. Hoy tengo una sensación de paz y de estar donde debo estar, quizá por eso no hay nada que haga saltar la chispa. Tal vez pueda mantener la llama encendida y no dejar de indignarme por lo mismo que hace quince años pero con madurez. Quizá la barca de pescadores que acaba de pasar me ayude a recuperar la sensación pensando en las largas jornadas que trabajan.


Por cierto, hace un rato ha sido justamente un grupo de pescadores el que ha traído nuestro "maaouiya" para la cena. No se lo habíamos pedido, simplemente nos estábamos dando un baño y se han acercado con la barca para pedirnos agua de beber. Les hemos dado un bidón de cinco litros y nos lo han cambiado por tres pescados. Así de simple. Así de fácil y sostenible.


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1. Tienda de campaña.
2.  A los pescados que no son los mejores pero que igual son gordos y sirven para alimentarse se les suele llamar "maaouiya", como al presidente Maaouiya Ould Sid’Ahmed Taya, quien estuvo al frente del gobierno entre 1984 y 2005, por todo lo que tenía y ostentaba, y lo bien que vivía. Dicho presidente fue depuesto por golpe de estado en 2005 y hoy vive en Qatar.
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