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Sobre cómo descamar un pescado de casi medio metro

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¿Cómo hace alguien de "cultura urbana" para adaptarse a un entorno en el cual todavía se hacen las cosas tomándose su tiempo y con las manos, y la comida no aparece por arte de magia en la nevera? A inicios de 2014 me propuse que iba a decrecer y la verdad es que no lo cumplí demasiado. Para que no se me olvidara me encuentro limpiando con cuidado el primer pescado grande de mi vida. Nunca lo había hecho. Y ayer la cocina apestaba pero yo estaba orgullosa de saber que puedo hacer lo que sea. O al menos no voy a poner impedimentos para intentarlo.


Es como lo de viajar a países a los que nadie se le ocurriría ir de primeras porque no llaman la atención. O como dar esa voltereta que siempre te dio miedo. O conducir sin rumbo ni pereza por quedarte colgada sin gasolina ni pueblo cercano, en una carretera perdida de África. O como escribir una entrada en el blog sin saber si a alguien le interesará.


Para quien le interese, y para que no se me vaya la costumbre de decrecer, también suelo tomar notas de cada entrada del blog a mano, en una libreta. Eso antes de pasarlo todo al ordenador. Es una forma de concentrarme, relajarme… y luego vienen los cambios, tratando de que la idea que estaba en el papel permanezca.


La entrada de hoy comienza en abril de este año, en una playa desierta. Mientras estoy con el boli en la mano solo hay una persona corriendo, de fondo, puede ser que sea rara como yo. Existen a veces puntos olvidados para casi todo el planeta menos para quienes en ellos han nacido. Os cuento desde mi carpa playera de colores, único punto que probablemente se vea desde el cielo si me apunta un satélite, algo sobre lo que sé acerca del país que me está acogiendo estos momentos. Trazas de historia y de mar.




a)  Trazas de historia

En el tercer curso de secundaria un día Don Rafael llegó a clase con el mapa de Mauritania para hablar de ese país en concreto del que mucha gente no sabe nada. Dejó sus gafas al lado del retroproyector y nos preguntó lo que sabíamos, y a medida que alguien decía algo, por muy vaga que fuera la idea que ese adolescente tenía del país, él iba aprovechando la coyuntura para contar alguna anécdota. Y darnos lecciones de humildad y de historia. Me encantaba ese profesor.


No trato de tener rigor histórico, entre otras cosas porque la historia es imprecisa y siempre hay personas que se dedican a ella y saben más. No obstante, si pudiera dar un salto en el tiempo, de esos de las películas, le hubiera dicho al profe que un buen amigo de aquí me ha contado que básicamente hay ocho fases de la historia mauritana conocidas (al menos por él):

1.  Lo primero que se conoce son los serer. Hay varios documentales sobre este pueblo prehistórico que sobrevive hoy en día en pequeños grupos repartidos entre varios países de África occidental. Sobre la religión serer y lo que aportaron a la cultura y tradiciones de la actual Mauritania, sin embargo, no se sabe demasiado. 

Mientras tanto también habían poblaciones bereber.

2. Tras esta civilización viene otra de la que se sabe más y que los entendidos dicen que son los primeros mauritanos que todavía existen hoy: los soninké. Son muy conocidos por ser quienes vivieron en Ouadan, uno de los lugares turísticos del país. Cumbisale (creo que se escribe así) fue la capital de su reino, aunque no he encontrado nada sobre ella. 

3.  Después llegaron los almorávides, primeros musulmanes en el territorio y de los que también desciende una gran parte de la población de mi zona de España. Fueron los unificadores de Al-Andalus y aquí en Mauritania estuvo una de sus cunas, en las ciudades perdidas, que por cierto todavía no he visitado. Tema pendiente por si a alguien le apetece acompañarme. 

4. Y tras ellos, unos siglos más tarde, arriban los Beni Hassan, una de las cuatro tribus árabes que emigró a la zona del Magreb y del Sahara allá por el siglo XI. Arabizaron a las tribus de la zona y trajeron la lengua hassanía. He escuchado que fueron los primeros que sometieron a otras tribus a la exclavitud que hoy en día todavía se sabe que existe... 

5 Se dice que entonces los peul o fulani, otro pueblo en gran parte nómada con cierto poder en esa época, sobre todo en el sur, donde está el río Senegal, buscan los Beni Hassan para luchar contra almorávides y poder quedarse en el territorio. No he encontrado mucho en internet sobre esto. 

6. Es en aquel momento cuando llegan tres entradas importantes y que probablemente conviven y se relacionan en algún momento entre ellas (disculpas si me equivoco al contar esto): una desde la zona de Tombuctú (eso me cuenta ami amigo, pero no consigo encontrar más información), otra de andalusíes que escriben los famosos manuscritos andalusíes que tanta gente viene a traducir e investigar, y la tercera entrada es la de los moriscos.

7. Todo esto da lugar a una época mucho más cercana a la moderna, con mucha gente de paso y nómada durante años, décadas y siglos, proveniente de todos los pueblos que alguna vez habitaron Mauritania. 

8.  Y voilà la llegada del imperio francés en el siglo XX, quienes colocaron el primer puesto en Nuakchot que no era nómada, para crear la capital. Eso da lugar a la ciudad desde la que escribo. Un millón continuo de habitantes con una historia de gente de paso y de mestizaje que desgraciadamente se une a una inestable pero fascinante historia moderna.


b)  Trazas del mar que voy descamando

El mar y sus saberes también me están llegando poco a poco, aunque no hable demasiado con los pescadores. Trato de quedarme con algunos conocimientos, siendo urbana como soy (ya se sabe: el pescado nace en la bandeja de plástico del supermercado). No obstante, desde esta humilde postura de quien aprende y le apetece contar, a Don Rafael le diría que:

1.  Las tellinas no les gustan demasiado a la gente mauritana, no ven claro lo de que esos bichos del mar se coman, y yo me pongo las botas. Cuando es temporada, es decir, allá por octubre - noviembre (¡ya queda poco para la temporada de este año!), y si la marea está baja, solo con entrar a la orilla y meter la mano en la arena a una profundidad de medio palmo sacas una mano llena de tellinas. Pero es que si vas un pelín más adentro (¡atención, que rompen las olas del atlántico!) lo que coges son almejas. Para comer las tellinas solo se dejan en agua desde la mañana hasta la noche y ya tienes todas las que quieras. Todas las que quieras.

2.  Pero la exuberancia de Mauritania para la pesca, por supuesto, no alcanza sólo al marisco. La variedad y buen precio del pescado te invitaría a comerlo todos los días. Ayer mismo las truites de mère que compré (parecido a una lubina, pero con manchas negras) me costaron dos euros. Ni que decir cabe que esto no es solo bueno para el país, también provoca problemas. 

3. Finalmente, le contaría a mi profesor que ahora trabajo en cooperación internacional y que hay un gran proyecto de pesca aquí, entre otros bien grandes que ha habido. Se trata de un país complicado para que las cosas se mantengan, por varias razones creo. Otro día cuento más sobre esto, para no hablar por hablar.


Mi conclusión, Don Rafael, es que solo se trata de descamarse, quitarse lo que se lleva encima que no deja ver,  y aprender. Volvería hoy a esas épocas con todo en mi mente, pero si volviera no lo hubiera aprendido, y me encanta haberlo hecho. Aunque... bueno, he de decir que me gusta tanto compartirlo por aquí como vivirlo.



Quienes estamos

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Sal, caza, ríe, explora, explota, libera, libra, sal, ven, mira, escucha, pasea, descubre,


que la marea quita, pone, escribe, da, mira, canta, baja, sube, escucha, se va.


Y quienes estamos


venimos, nadamos, caminamos, creemos, mareamos, instigamos, libramos, liberamos, queremos, o no…


Por tanto, no es por insistir pero


                descifra, captura, sonríe, investiga, sácalo, libra, libera, sal, acércate, observa, óyeme, camina, conoce.


                Es solo algo que se me ocurre decir desde un balconcito de Senegal, en octubre de 2015, desde el barrio de Mermoz,
                en Dakar.

                Porque hay calor, y la vista se va hacia el cielo.


 

Varios momentos, varias vidas

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No podía comenzar una nueva etapa en Colombia sin tomarme un rato para sentarme y escribir sobre los varios momentos vividos al final de mi periodo mauritano. Se puede decir que he tenido una salida abrupta, muy lejos de lo que esperaba que fueran mis últimas semanas tras una fase de mi vida llena de riquezas y de encuentros con objetivos cumplidos…
 
Pero veamos tres momentos, por orden cronológico:
 

Momento "A)", lo que llamo la construcción de la desigualdad


Algo así como un mes y medio antes de salir de Nouakchott, me encontraba en pleno atasco en una de las varias rotondas del centro de la ciudad. Las diferencias entre etnias y grupos en el país también se ven ante el volante. Y además existen manifestaciones claras de construcciones culturales machistas, como la de darle paso siempre a una mujer de etnia mora mauritana* que conduce, solo por el hecho de ser mujer.


Podemos imaginar la cantidad de situaciones disparatadas que ello puede crear, y por supuesto la mayoría de ellas pasa por echarle la culpa a las “moras blancas” de cualquier situación rara en el tráfico, solo al verlas dentro del embotellamiento. Y por su lado estas mujeres no comprenden por qué hay gente que no respeta su prioridad que va ante todo y sobre todo. Esa prioridad que está por encima de la ley. En fin, que una cosa lleva a la otra.


Ese día, en esa rotonda, sin poder mover el coche ni un milímetro, no di paso a que una señora viniera en sentido contrario. Me siguió hasta casa en su coche, me amenazó y dijo que yo no respetaba nada.


Ante esos altibajos a causa del estrés se puede caer en la inercia de no ver qué hay debajo de la reacción de esta mujer. No le permití que gozara de los dos beneficios que tiene: El de su etnia y el que deriva de suponer que las mujeres no son iguales y por eso se les debe dejar pasar. Ambos bien difíciles de cambiar.


Sólo pude decirle que con ella no se puede hablar y entrar a casa. Solo eso.


No me gustó nada mi reacción porque presumo de ser socióloga y de tratar de comprender. Presumo de trabajar por la igualdad. ¿Qué hacer cuando por estrés hay situaciones que superan? Debí haberme tomado un tiempo para tratar de hablar con esta mujer, aunque sepa que hay costumbres tan enquistadas que solo se pueden conseguir avances hacia la igualdad comprendiéndolas, y trabajando varios años en la cultura que las da por buenas.


Espero no sonar muy condescendiente, pero no se me ocurre una mejor forma de comprendernos que tratando de hacerlo.
 

Momento "B)",  lo que llamo esperanza y a la vez injusticia


Y esa desigualdad hace también que sólo las mujeres deban ocuparse de los y las más pequeños. Como las del trabajo que he venido realizando.


Empezaré por el principio. La alimentación de los bebés y niños/as es un problema muy grave en muchas partes de Mauritania, desde hace tiempo, con épocas en las que el problema es menos dramático y otras que debido a las condiciones climatológicas todo se agrava. Además, las mujeres encuentran poco apoyo de la familia para cualquier tarea relacionada con los cuidados.
 
He trabajado un año y medio en coordinación con las estructuras de salud para asegurar que haya recursos, se reconozca este problema y atienda a todo el mundo, para tratar de evitar injusticias.


Por mi parte, no he solido pasarme mucho por los hospitales, pero como la zona de trabajo está lejos de Nouakchott (la región se llama Brakna y la capital Aleg), de repente, en uno de mis últimos sábados, me encontré con una llamada de urgencia. Había un bebé que ya había sido evacuado a la capital del país, pero ese día venían dos más. Y me sorprendí en un centro saturadísimo, buscando a la enfermera que acompaña a las madres para que los bebés no se murieran.

En la mayoría de los momentos que estuve esperando en el hospital sentí mucha impotencia por no saber hacer nada más… y por ser consciente de que, aunque pasara todo el tiempo del mundo en urgencias, siempre es mucho más útil para esos bebés que me quede quietita en mi despacho.
 
No obstante, a pesar de nuestros problemas de entendimiento por el idioma (ella solo hablaba árabe), el carácter y el buen humor de la enfermera fue lo mejor del día. Es algo que desde luego se me queda grabado. También es algo que ha quedado allí mientras yo estoy aquí. No sé si la vida me regalará otra tarde con ella. Lo dudo.


Uno de los tres bebés murió por complicaciones. Los otros dos volvieron a Brakna con sus madres y con la enfermera, varios días después.


 
Momento "C)", lo que llamo que las cosas realmente te toquen a ti


Pero no basta con vivir en un sitio, no basta con tener amistades que te cuentan la realidad, no basta con conocer sus problemas y ser empática. No. Para realmente saber por dónde andas debes vivir las cosas en primera persona, y me pasó.


Los problemas del corazón siempre suelen ser graves, pero si encuentran a un ser querido en un día en el que nadie trabaja, en un lugar con un sistema sanitario muy débil, y estás sola para ayudarle, entonces comprendes a la mujer del coche, a la enfermera, a las madres de los bebés, y reconoces por fin donde estás.


Un buen regalo que te puede dar la vida es que en medio de todo ese contexto te sientas bien tratada, y tu familiar bien atendido, y todo salga bien… Sí, que todo salga bien, y que las personas pongan en tu mano todo lo que les es posible... Definitivamente  sí, que todo salga bien porque por suerte puedes permitírtelo.


En ese momento y no en otro después del casi año y medio que he pasado en Mauritania, es en el que le di gracias a todo lo que se le puede dar, por haberme permitido vivir algo que no mucha gente tiene suerte de vivir. Y salir airosa.

Hoy es aquí, ayer fue allí, mañana no se sabe. Siempre será diciembre de 2015 en Nouakchott.
 
 
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* Etnias mauritanas de tez clara, algunas de las cuales tienen el poder de las instituciones gubernamentales y económicas. Por el contrario, las etnias mauritanas de tez oscura no tienen, por lo general, igual acceso a los espacios de poder.

 

Alma tuareg, alma emberá

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 … Gracias a las nubes, a esas nubes de hace más de dos meses de esta foto… Gracias a ello me he decido hoy, y no cualquier otro día, a publicar este post. Y es que las noticias que han llegado hoy desde mi país muestran que muchas veces la sociedad no quiere cambio, y que, desde mi punto de vista, tiene miedo. Mientras, por los lados del charco en los que me sumerjo desde inicio de este año, esta semana ha traído la paz.


Y es una sola voz por el fin del conflicto, la de una sola mujer a la que dieron hace poco espacio en un foro, una con carisma, la que me hizo sentir ser de nuevo parte de este pequeño mundo en el que cada quien mira para sí. Ella nos preguntaba a los asistentes ¿Por qué se olvida a nosotras, el 79% de las víctimas? Sin datos aproximados ni estadísticas certeras, más que su experiencia de vida, nos transmitía con ojos encarnados lo que había vivido.
 
http://www.rociodelatorre.com/
De repente, en ese momento, comencé a pensar también en una buena amiga tuareg, de la que me he despedido llorando hace cinco meses. No por dejar de vernos sino por contar su experiencia ha sido la única vez en la que la he visto llorando a ella, siempre tan alegre. Tuvo que huir de su país hace ya un par de décadas y rehízo su vida en Mauritania, pero cuenta sin tapujos entre mujeres las veces que fue violada en Mali ya por los años 80*. Fuerte es, muy fuerte, y tanto se sigue preocupando por mí que me sigue escribiendo "whatsapps" para ver si estoy bien. Necesito continuar llevando conmigo el alma del pueblo tuareg, y por ahora, en este contexto en el que vivo, puedo seguir recordándola con una pequeña pulsera que hizo a mano y me regaló.

 
Pero suma, no olvides.

www.instagram.com/art_by_clod/


Mientras tanto, allá en ese viaje por esas nubes de hace un mes, en uno de esos pequeños aviones que se mueven hasta darte un susto pero de los de verdad, recordaba los grupos de mujeres emberá y de otras etnias indígenas del pacífico colombiano. Esos que están en este momento tratando de cambiar su situación, apostando por la paz, por mantener su identidad y por conseguir igualdad al mismo tiempo. ¡Al mismo tiempo, por favor, a ver si esta vez en la historia sí se consigue! Las mujeres emberá se pintan con jagua y achiote y danzan y me miran, y sonríen, y no puedo evitar querer gritar y llevar esa segunda pulsera como si fuera un tatuaje.


Alma tuareg, alma emberá. Ellas nunca han tenido lugar para su patria en paz. Quieren conseguirlo.


Por favor, no me abandonen mujeres, no me abandonen ninguna. Guíen a esta torpe a la que nada le falta a encontrarse. Unamos almas, cantemos, lloremos, riamos y gritemos, pero por favor no en las nubes sino con la fuerza de los pies puestos en tierra, para que no se nos deje de oír. El sonido de la voz se graba, mis queridas, y también el de la palabra escrita.

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*Durante años, el pueblo tuareg ha participado en guerras que no eran la suya, mucho antes de las rebeliones que comienzan en 2012. En estos conflictos, las mujeres han sido utilizadas como “armas de guerra”. No he encontrado artículos en español sobre la situación de los años 80 del pueblo tuareg, y mucho menos de las mujeres como mi amiga, pero esta entrevista a un mercenario pagado por Gadafi puede dar pistas:

Pregunté sobre las acusaciones de que las fuerzas de Gaddafi habíanviolado a las mujeres. “Nunca vi eso”, aseveró. Pero su unidad encontró ungrupo de mujeres que aseguran haber sido violadas por hombres de Sudán y Egipto que habían estado combatiendo con los rebeldes.

Érase una vez dos mujeres y tres hombres

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Aprovechar y vivirlo todo. Lo que se tiene y lo que se hace en ese momento, ni antes ni después. Con toda la intensidad de que dispongamos...

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Ya hoy no les veo. Parece que ellas y ellos a mí tampoco. Pero vuelvo al "ayni" de siempre para enviarles unas simples palabras que explican lo que cada quien supuso para mí, antes de que se marcharan jóvenes, incluso muy jóvenes en algún caso. No sé si antes de lo que les tocaba, o puede ser que ya hubieran dado lo que tenían que dar. Sinceramente, me hubiera gustado que permanecieran, sólo por estar un poquito más de tiempo nomás, pero no todo el mundo puede, y todo el mundo se irá. Es parte de esta linda y corta vida que tenemos. En fin, a lo que voy, que en mi caso me dieron algo, y lo comparto.
...

La primera persona en irse fue "J". Tenía sólo 31 años. Gracias a la oportunidad que me dio estoy hoy donde estoy. Los pasos los fui dando yo, pero me puso las primeras baldosas que permitieron que no resbalara. También fue mi primer ejemplo laboral. Cada palabra que decía, cada vez que contaba su experiencia en los Balcanes, cada programa informático que usaba, cada vez que arreglaba el tóner, cuando quería cambiar el mundo contratando a personas con potencial, como decía. Y sobre todo, cada vez que insistía para que no me pagaran pequeños montos como voluntaria, sino que fuera contratada. No lo consiguió y buscó por su cuenta mejorar. Huyó corriendo para formar una familia y se fue tan rápido como salió de mi oficina, mientras yo estaba en mi segundo viaje, en Marruecos. Era 2004.

No pensaba que iba a tardar tan poco y cuando volví ya ni pude ir a verle. El último recuerdo: su elegancia, su forma de tratar bien a las personas y la tranquilidad con la que aún me contaba anécdotas en sus últimos días, que no pensábamos que fueran los últimos. No le he borrado de mis listas de contactos y aún tengo las oleadas de intercambios de información entre tres continentes cuando todo el mundo estaba sorprendido de que no nos escribiera más. "J" volverá a mí cada vez que me vaya de veraneo en mi dulce cuna esperando que alguien me dé una primera oportunidad, como un ejemplo en lo que ahora hago, con sus defectos y virtudes.



...
 
"G" desapareció de una forma increíble, dándolo todo por cruzar el charco desde África hasta América para conseguir traer una persona a este mundo. Su familia le siguió y su amor perdura hoy en día en cada gesto de los y las que ha dejado y con quienes me sigo escribiendo muy de vez en cuando. La primera conversación que tuvimos fue con un par de cervecitas en una playa, sobre la última malaria que había pasado. Me dijo que había sentido como un pitido en el oído antes de enfermar, y yo ya estaba esperando sufrir también la enfermedad de un momento a otro, aunque nunca me pasó.


Y la malaria no le mató, porque era demasiado fuerte, una persona muy activa. Lo único que le pudo llevar fue el amor, con algo más fulminante que su risa y en muy pocos meses. Tenía un año más que yo en 2011. Ni la fuerza de la energía que dejaba por donde pasaba, con nuestras fiestas en Tanzania, le sirvió para quedarse. Demasiado bueno era todo para un sólo mundo en el que existir.

En mi cabeza queda el recuerdo de esa persona bella por fuera y por dentro que me mostraba cómo eran las enfermedades y estaba asustada, y bebía conmigo para olvidar, y bailaba, y cantaba, y reía. Ya no tendrá miedo. Aunque por lo poco que le conocí puedo afirmar que en realidad nunca lo tuvo.
 
...

 

"JC" me recibirá en su casa, como cada vez que le veía, en el calor o en el frio. Me ayudará en todo lo que pueda. Siempre seguirá con su café y su cigarrillo contándome cosas que si no hubiera saltado el charco para llegar a Bolivia no hubiera conocido. Más bien no me dejará hablar, como siempre, pero yo me impondré para que no domine la conversación. Tras esto, mirándome fijamente con mi sorpresa delante sólo me dirá lo mucho que quiere a Raquelita por ser como es. Y me desharé en pensamientos contradictorios que al final sólo me llevan al elogio. Pasábamos tras esa conversación a dar volteretas en la piscina… a vivir la vida sin más, nada más y nada menos.



Dando siempre lo que tuvo, fuera mucho o poco, con las dificultades que ello le traia. Con amistades tocando a la puerta todo el día, niños y niñas con bengalas en casa por navidad, idas y venidas sin parar, y años y años de hospitales. Sin dejar de decir que me quería, primero con linda voz que bien serviría para doblar películas, luego con tono tembloroso pidiendo que cuidara a quienes quedaban. Lo que es claro es que se hizo mejor persona durante su enfermedad. En el desierto de Argelia estaba yo el día de su partida en 2013, pero igual nos llamábamos, eso sin dudarlo. Pronto le visitaré, de verdad espero, allá en su verde campo en el que está.
...


Al llegar aquí a Colombia aún no sabía que "AL" se nos había ido. Súbitamente vino ese pensamiento de ese día volviendo a casa, después de una reunión de trabajo que supuso la conexión que me permitió conocer que se había marchado. Cuando le vi por última vez, en este lado del charco pero más abajo, en tierra de volcanes, me dijo que nunca trataba sus males con medicina tradicional. Afirmaba que la familia estaba asustada pero que había que intentarlo de forma natural. Tras ello le seguí la pista por teléfono durante meses porque me mostraba donde yo quería estar en 15 o 20 años, al lograr decir las cosas sin tapujos, sin miedo.


Pero en esas fechas de 2014 yo ya no le había escrito desde hacía unos meses porque estaba absorta en mi mundo… Tanto siento no haber compartido unas últimas palabras que la única solución que encuentro es decir por aquí lo importante que considero que fue para su país y lo que su existencia supuso para mucha gente. La imagen de mi relación con esta persona: Un discurso que dio en la asamblea nacional de Ecuador ante cientos de asistentes, cuando ya sabía que su momento político había terminado, en el que osó acordarse de esa pequeña Raquel que estaba sentada donde nadie le veía y dijo que la cooperación necesitaba más gente bien intencionada como ella. ¡Qué gratitud cuando supe que se había ido y lo que me hizo creer en mí misma con ese simple gesto!
...


Y este año se ha marchado la última persona, "D", tras tiempo de no verle pero seguirle siempre de cerca por internet o a través de los otros colegas de toda la vida. Siempre fue para mí otra referencia, aunque nadie lo imagine, por su inteligencia, su emprendimiento y la forma en la que supo ganarse a la gente siendo como era. Sólo me da pena no haberle podido decir que no existen las diferencias políticas ni de ningún otro tipo si las personas se comprenden, y que esas cosas son pasajeras como nuestro tiempo aquí. Pero, sobre todo, si le tuviera delante le hubiera dicho que si bien alguna vez me hizo llorar no fue lo que dijo sino más bien mi impotencia por no poder explicar a personas tan estupendas la facilidad de comprendernos. 


Pero me visitó en sueños. Vino. Me alegré muchísimo. Hablamos largo y tendido una noche, cuando ya no estaba. Me dijo que no me preocupara por nada, que todo continuaba, y esa conversación de toda la noche es la última que tendré. Mi mente y quién sabe qué nos hicieron ese regalo. Y se fue, ya no volvió, pero la amistad que dejó en mi de adolescente tras esos campamentos de verano se quedó, al saber que existen antiguas amistades que sobreviven a los años.
...

Nadie se ponga triste, que el camino que pasó por “J", "G", "JC", "AL" y "D” es el de la vida. Lindo ¿No? 

Érase una vez todo lo que no se acaba, todo lo que se torna en algo tan sencillo como una sonrisa. La sonrisa de todos los días.


 

 

Pasos, pasos.

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Chicó, Bogotá. 1 de enero de 2017
 
Cuando se presentan retos nuevos es cuando la vida retoma el sentido que siempre ha tenido, pero con un color más vibrante. El 2017 ha comenzado con un paseo matutino por una calle casi desértica, momento que ha permitido a los sentidos ponerse nuevos retos. Y es que Bogotá realmente se vacía el 1 de enero y se vuelve en una metrópoli casi deshabitada. Caminando por la carrera 15, que cada día a cualquier hora es insoportable para el tráfico, una se siente por fin relajada entre los nueve millones que le acompañan. El estrés citadino se vuelve en un “búsquenme que no me encuentran” y sólo queda el reloj y el 2017.

 
El 1 de enero me ha encontrado en una situación cómoda de nuevo, tras muchos vaivenes y decisiones que nunca son malas porque son las propias y porque permiten dar pasos hacia el lugar al que realmente se quiere ir. El 31 estaba saliendo de una zona rural hoy tranquila para dar paseos. Y conociendo y viviendo los nuevos retos, eso sin dudarlo.

 
Bacatá era el nombre muisca de Bogotá. Hoy no quedan poblaciones originarias viviendo como solían hacerlo hace cientos de años, como sucede en tantas otras partes del mundo, pero ha quedado el nombre de Bogotá. De hecho, en los pueblos de Cundinamarca o Boyacá puede sentirse muy presente la arquitectura colonial española, y no tanto la de quienes habitaron antes.
 
 
Hace casi un año, cuando llegué, miraba los restaurantes, las inercias, las frutas, las gentes y las costumbres con un ángulo entrañable tras los 3 años intensos en el desierto. Hoy veo puertas abiertas, novenas de aguinaldos, navidades de locura como en ningún otro lado que he vivido, y luces, y belleza incluso en las incoherencias.


Villa de Leyva, Boyacá. 28 de diciembre de 2016
 
Porque una amiga me dijo algo que estoy sintiendo: ¿Dónde como aquí vas a encontrar un lugar donde te sientas tan acogido, donde la gente sea tan abierta y te sientas en libertad, y sin embargo no se consiga todavía haber completado un proceso de paz? En este lugar que recomiendo conocer.

 
No hay mejor momento que este para plantearse retos. Ni realmente mejor lugar que esta ciudad loca pero a su manera acogedora. No hay lugar como aquí para quitarse toda la cortina de los ojos y sólo pensar en lo que se quiere para el futuro. Sin miedo, sin pensar en qué dirán ni los que te importan ni los que no quieres. Colombia está siendo, para mí, el lugar que no sólo me ha quitado el miedo al cambio de rumbo, sino que me ha empujado a ello.

 

Usaquén, Bogotá, 1 de mayo de 2016
 
Y mientras tanto sigo buscando el hueco en el mar de personas, con la bici, el sol, la lluvia, Luminitza mi gata callejera, el verde y el asfalto, las manifestaciones, los amplios saberes, los discursos innovadores, los cambios que se esperan, el camino a la convivencia.

 
No me quiero ir. Por suerte aún no me voy.

Conectada. Creciendo.

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Aquí conectada el tiempo pasa rápido. Un segundo día de abril de un año impar…


Siempre he creído que los años impares se me dan mejor que los pares, pero trataré de deshacer mi propio mito pensando que, si bien este año trae novedades, estas se gestaron en un año par, que fue el pasado.


Y esta conexión que me trae el buen año impar no es otra que aquella que la que me permite tener algo más en común con la familia y amistades del lugar donde nací, o con esa gente que me quiere y anda repartida lejos de Bogotá. Es la conexión de sentir formar parte de un todo, a través de lo nuevo que viene.


Pero tengo un reto enorme: El de seguir siendo yo, el de no perder lo que me apasiona o por lo que me he movido desde hace años. El reto es conjugarlo descubriendo juntas cada paso, desde este mismo momento y sea lo que sea lo que deba venir.
 

Esta vida errante que ya lleva una década y media, pero que siempre he llevado dentro, es lo que me desespera empezar a explicar. Que el planeta está lleno de matices y rincones, y que todos ellos se comparten de alguna manera. Ver a través de mis ojos y ver a través de esos otros que se forman, mientras no pierdo el rumbo a pesar de querer que todo salga bien.


La fuerza de las energías luchadoras que me preceden y de las que vendrán, como ésta, es la que espero que me guíe. No como algo abstracto, sino bien real. El reto de no tener lugar fijo no será el centro, sino que lo serán las ansias de conocer y de allanar cada paso.

Porque no puedo evitar las enseñanzas de los lugares donde he vivido, cuyas realidades necesito nunca olvidar para poder transmitir:
-        Vaduz, Liechtenstein, donde jóvenes maltratadas y maltratados me enseñaron el valor de seguir adelante en medio del abandono.


-        Nairobi, Kenia, y sus slums en los que parece no pasar nada mientras turistas vienen y van en sus todoterrenos, queriendo comerse el mundo con sus buenas o malas intenciones.


-        Madrid, y la cantidad de gente de no se sabe dónde y de no sé cuántas creencias dispares con la que me pude llegar a cruzar en un año.


-        Ese pequeño pueblo bereber llamado Hassi Labiad, en Marruecos, que en sólo tres semanas reimpulsó las iniciativas que ya había tomado, y me hizo empezar a amar el Sáhara en su inmensidad.


-       Nunca, nunca, pero nunca olvidaré La Paz de La Paz. Una amiga me dijo una vez que hay ciudades para cada quien, y la mía fue ese lugar y sus movilizaciones de 2005. Nunca nada volverá a sucederme como encontrarme en medio de ese clima socio-político. Y nunca más he vuelto a vivir sola para conocerme como allá. ¡Bravo mi querida ciudad de adopción!


-        Huambo, en Angola. Windhoek, en Namibia. Kigoma, en Tanzania. Y Ouagadougou, en Burkina Faso. O lo que yo llamo mi recorrido de breves espacios de tiempo en el África llamada “negra”. Siempre llegué de un brinco, sin pensar, y salí de la misma manera.


-        Quito y sus reflexiones, y las montañas de conocimientos y amistad. La mitad del mundo en un momento de altibajos y éxitos.


-        El Sáhara Occidental, aquí en este blog escribí cuando llevaban 39 años de lucha y ya van más de 41… y como siempre contando. Mi amor ha quedado allí y nunca se ha ido, aunque no vea el momento de volver.


-        Las ciudades de mi “ruta mediterránea” en las que finalmente vivo, que me enseñan cada día la diversidad de esa diminuta, y a veces dividida parte del mundo en la que he crecido.

-        Nuakchot, la Mauritanie, ¡ay la Mauritanie! Cuánto calor, cuánta historia, qué rumbos toma la vida para llevarte hasta
       allí para volver conectar todas “esas áfricas”.


-        Bogotá y la fuerza de los nuevos procesos, de los cambios en el caos y mi pequeña y creciente familia en medio de ellos. Gente y lugares que me enseñan a no perderme.


-        El resto del mundo y lo que queda por conocer y por vivir, sea en un lugar profundizando sobre él o sea siguiendo en 
       estas vueltas… cada vez más acompañada.


Raquelicayni sigue creciendo.
 

Más allá de las playas paradisíacas

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¿Y la memoria? ¿Y la justicia?


No es sólo aquí, no es solo ahora, no es sólo en Colombia sino en todos los países y continentes, pero no quiero dejar pasar este ejemplo que evidencia que el mundo todavía debe seguir cambiando mucho. Ayer fue el desierto. Hoy es el caribe. Mañana…


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Bolívar es uno de los 32 departamentos de Colombia. Una parte de él está situado en la costa del Mar Caribe y es conocido por su capital, Cartagena de Indias, aunque mucha gente de fuera del país no sepa el nombre del departamento como tal, sólo el de esta ciudad.

Igual de desconocido que el nombre de esta zona administrativa colombiana. Así de escondidas y casi siempre olvidadas son las vidas de muchas de las personas de viven en la zona alejada de la urbe amurallada. Buena parte de los habitantes son mujeres, que viven a pocas horas de las playas y de los turistas del extranjero, y cuyas vidas siguen al margen de ese llamado “desarrollo” que se vive en el país.


Recientemente, estando sentada en una sala de reuniones en la bulliciosa Bogotá, con una panza de más de 7 meses que no me permite mucho levantarme de la silla, una de esas mujeres se acercó y nos contó algunas historias acerca de algunas vidas tras sufrir un abuso sexual vinculado al conflicto que les ha sacudido tantos años. Y no son inventadas, sino contrastadas mediante investigación.


Historias sanitarias:


Primer caso, el de cirugía estética. ¡Pero la cirugía estética es algo mundano que los servicios de salud públicos no pagan! Si la mujer quiere verse bella, que se lo costee. También la mujer rural, también aquella a la que mientras violaban le rasgaban la cara para que todo el pueblo supiera que había sido ese guerrillero y no otro el que más víctimas acumulaba en su haber en esa comunidad. También en ese caso.


Segundo caso, el del/la colonproctólogo/a. Por fin, después de muchos años, una mujer totalmente desgarrada por un abuso consiguió con acompañamiento legal que le derivaran de forma gratuita a uno de estos especialistas. Y no hay ni una sola clínica en toda la región de Bolívar para atenderla. Y así lleva ya meses buscando.


Tercer caso, ¿y un/a sexólogo/a? También algo poco común, e indispensable que se brinde en centros de salud a ciertas mujeres que nunca más volverán a tener una vida sexual normal tras una de estas tragedias. Con suerte lo han superado, pero llega el momento de la verdad, el momento de volver a enfrentarse con la intimidad.


Historias psicosociales:


La pérdida de niñez. A los 9 años todavía se juega con muñecas y la vida se ve sencilla. Hasta ese momento en el que por ser violada ya ni tú misma ni nadie más te reconocerá como niña. Entonces, de golpe, a los 6, 7, 8 o 9 años dejas de ser niña. Y nunca más lo serás. Esos años perdidos nadie los retorna, ni con toda la salud, todo el dinero y todo el amor del mundo.


La atención diferenciada. Pero es que son muchos los casos… no se puede atender a cada mujer de forma personal porque no hay recursos suficientes ni tiempo para ello. Si llegan a ser atendidas se les aplica el protocolo legal, y ya con eso pueden darse por satisfechas. Pero un caso, sólo un caso en el que una mujer pudo volver a la playa y “despedirse del mar” para perdonar todo lo sucedido marcó la diferencia en su vida. Qué habrá de todas las demás…


Sanarse para perdonar. No sólo estas mujeres, sino también quienes a veces les acompañan en su peregrinación sanitaria, social y legal, con toda la buena voluntad, pero que tampoco han sanado. Y es que para avanzar hacia la paz, la comprensión y la empatía una persona debe haberse sanado previamente. Así de sencillo y de complicado en ciertos contextos en los que prima lo que se necesita aquí y ahora.


Parejas que no comprenden. Sólo quien pasa el trauma sabe lo que es. Una pareja puede amar, comprender, convivir, estar al lado… pero si no se trabaja con quienes acompañan la recuperación de aquellas que han sufrido abuso sexual, ésta siempre será más lenta y costosa.


Historias judiciales:


El caso de las modernas redes sociales. Hay una cuenta de Facebook para acusar a mujeres tras denunciar a agresores de violencia sexual. Y tiene bastantes seguidores de las poblaciones de donde ellas son. Dicen que con toda probabilidad ha sido creado por funcionarios/as públicos/as. Sin palabras. Si estos casos no logran salir de lo local y se criminaliza a las víctimas usando las redes ¿cómo no esperar que haya tanta impunidad? ¡Pero qué malas mujeres éstas que denuncian, cuando ya sólo queda olvidar!


El caso de “yo no veo nada”. O aquel hombre haciendo gestos delante del juez de “te voy a matar” a la mujer que le ha denunciado, sabiendo que casi con toda probabilidad no pase nada y luego pueda seguir en la calle amedrentándola. Y hasta el momento efectivamente no ha pasado nada, porque el juez no vio nada y si vio no va con él.


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Y después preguntan por qué seguir haciendo política. Todo lo personal que le pase a cada una de estas mujeres fuertes es también político. Es lo mínimo que se puede hacer. Lo mínimo de lo mínimo.




Deambulando en la espera, con sus reflexiones

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Puede ser que más o menos dentro de una década y media podré contarte por qué estaba en Colombia, por qué llegaste aquí. Muchas han sido las mujeres que han servido para guiar mi camino. Algunas de ellas son eruditas y sus pensamientos han supuesto un antes y un después en mis convicciones, otras tantas ni siquiera saben que son referentes para mí sólo por el hecho de no tener otro remedio en la vida que ser fuertes. Ahora tú serás una más de todas ellas.


Vas a llegar a un mundo un poco loco, en el que hay cosas que avanzan pero otras que parece que nunca cambien. No te voy a engañar, aquí nada es igual para todo el mundo. Si nada tienes, te cuesta todo mucho más y probablemente siempre tendrás poco, a no ser que nazcas con estrella y además te esfuerces mucho. Si todo lo tienes, quizá la cosa sea fácil pero no faltarán los retos. Aunque no importa el contexto, todo te va a costar un poquito más a ti fuera de casa. Te van a pedir más por no ser hombre, vas a tener que demostrar muchas cosas. Cada mes tu cuerpo te hará saber quién eres y habrá quien dé por ciertas cosas que no lo son.


No podremos estar siempre contigo, ni mucho menos pretendo que lo estemos, pero trataré de mostrarte lo bello y lo duro de este mundo para que las decisiones que tomes y las situaciones que vivas sean algo más llevaderas. Tendrás que decidir tantas cosas… y me gustaría que fuera en un mundo donde cada persona sea eso, una persona, pero no es así. Serás catalogada por tu nacionalidad o nacionalidades, tu sexo, tu supuesto estatus, y tantas otras cosas. Sólo te pido que no dejes que eso te ponga límites. Tus límites sólo los creas tú misma.


Quizá el hecho de viajar ayude, o al menos eso espero. Lo que está claro es que no vienes a este mundo a ser sólo de un sitio, sino de todo él con su riqueza. Hemos de encargarnos de ello. Sé que será complicado cuando alguien te pregunte no poder responderle que eres de aquí o de allá, sino que tus influencias vienen de varios lados y que ello te hace como eres, pero precisamente tu respuesta reflejará que nada es blanco o negro, ni viene previamente etiquetado, sino que se va construyendo, como la historia misma.


También quisiera contarte que a pesar de la inmensa belleza de este mundo, que es increíble, también habrá altos y bajos. Momentos en los que no tengas nada claro y otros de total lucidez. Y es en las situaciones grises en las que la claridad de mente por no conocer un sólo contexto te puede ayudar. Quédate con lo que más te guste de cada lado, compáralo y decide. Y recuerda siempre que tu mente es un infinito mundo de posibilidades. No es ciencias o letras, no es débil o fuerte, no es tímida o abierta. Lo es todo al mismo tiempo y sólo tú sabrás qué parte es en la que quieres profundizar más.

Reflexionemos juntas, en medio de esta espera. Y después sigamos deambulando.




Lo que estoy viendo ahora

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Hoy ya son las 17:35 del día 54 tras la llegada de ella. Las conexiones mentales cambian, los miedos cambian. Una amiga me dijo una vez que fue a partir del nacimiento de su hija que le empezó a dar pánico montar en avión, por si algo le pasaba, para que la niña no se quedara sola. Por mi parte, trato de luchar contra mis fantasmas internos pero es complicado con alguien que depende de una.


Hace como tres semanas estaba en urgencias de una clínica. Simplemente el postparto se complicó por una infección unida a uno de esos virus ambientales. Allí tuve un tiempo obligado para “recopilar” cómo inició mi embarazo y cómo me encuentro a día de hoy, con la vida cambiada entre viaje y viaje. Sólo tengo un corto periodo para reflexionar, luego volveré a mi rutina de moverme de acá para allá, con otro matiz pero retomando las cosas de siempre. Por eso es en este momento que resumo lo que mucha gente vive pero que cada persona sentimos de una manera.


-        Antes: No poder te deja mentalmente agotada, así como el hecho de deber decidir el mejor momento en una vida inestable en muchos sentidos. Ya decidido, por fin, no es como parece. En mi caso tratamientos, engordar, mal humor una vez cada 28 días durante meses y meses, no preocuparme más que por esto, a veces desesperación, a veces esperanza. Y un entorno cercano nada comprensivo en algunos momentos (no olvidaré la frase de una jefa del trabajo que no llegué a denunciar: ¡Ni se te ocurra embarazarte!). Pruebas, lentitud, paciencia, mucha paciencia.


-        Los primeros tres meses: Ya por fin el positivo y llegan los altibajos de los que te hacen creer que estás un poco loca. También los temores y alegrías, el mal cuerpo y los análisis sanguíneos totalmente trastocados. Pastillas, médicos pero también amistades y familia. Organización para el futuro, nervios y esperanza. Picores, nauseas, buen y mal humor. También, como no, las primeras compras y con ellas las primeras cuentas, unidas a un poquito de vértigo.



-        Los tres de en medio: Comienza a cambiar todo. Los picores se vuelven ronchas y los viajes más reducidos. Vienen calambres, viene de todo. Con la ropa que no cabe una se siente más feliz. Se notan dolores pero las primeras patadas hacen que todo se lleve mucho mejor. Es, como en todo momento, lo duro unido a lo dulce, el dolor unido a la ternura. Como alguien del trabajo también me dijo en este trimestre, “yo me lo he buscado”. Si, es cierto, pero no por ello se debe dejar de compartir no solo lo bueno sino también lo malo, aún en alguien como yo que lo esperaba tanto.


-        El tercio del final: La dieta cambia y el pincharse seis veces al día para medirse la glucosa se vuelve duro si se da el caso de tener diabetes gestacional como yo, otras tendrán otra cosa. Una ya no aguanta el cuerpo y las preocupaciones por el final llegan unidas a las ganas de que por fin todo acabe. No dormir, ya no dormir. Molestias y más molestias. Y amor, mucho amor, hasta que llega el momento y le ves. 


-        Y el post: Se suele contar muy poco de la madre en el postparto, pero si se indaga se encuentran casos de todo tipo: incontinencia y problemas variados en el baño, infecciones, depresión por no poder lactar bien, excesiva responsabilidad volcada en la madre por presiones varias, dolor en los pechos... entre otras cosas. En mi caso, aunque vivo esto muy bien acompañada, puedo comer sushi y jamón, correr la maratón si quiero y cuidar a mi gatita, esta etapa ha sido más dura que el embarazo.

No nos vamos a engañar. Esto no es un lecho de rosas y no se es mala madre por decirlo. La dulce espera puede ser la ardua espera y aunque casi siempre sale todo bien después y las personas tengamos la capacidad de olvidar lo malo, he querido escribir este resumen antes de ello, para recordar a todas las mujeres que pasan por esto sin cesar, y deseando que el mundo reconozca y ponga por fin a cada quien en su lugar. Y dicho sea de paso, no puedo ser más feliz.



Raquelicayni seguirá publicando lo que ve, allá donde esté, pero en este preciso momento todo lo que estoy viendo es su cara, eso es lo que veo. La aventura seguirá luego, siempre con ella.




Reparar es transformar

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Volver al trabajo después de 5 meses desconectada teniendo que dar unas palabras sobre la situación de posguerra en Guatemala para presentar a una persona que venía a Colombia, sin conocer el contexto, no viene nada mal para investigar y leer sobre algunas cosas de las que no tenía ni idea. Interesarse es conocer.


He tenido la suerte de escuchar a alguien de una organización que se llama “Mujeres transformando el mundo” sobre lo que es la reparación transformadora, término a través del cual he aprendido más acerca de lo complicado que es que una persona y una sociedad se recuperen de un conflicto.


Y es que para transformar, cuentan desde esta organización, tuvieron que hacer todo el esfuerzo del mundo para que las “abuelas” de una pequeña aldea tuvieran una sentencia judicial en firme que les permitiera a ellas y a su comunidad seguir adelante tras años de abusos sexuales y violencia de todo tipo, pero más profunda hacia ellas.


La reparación es el último eslabón de la justicia, pero el más importante para poder volver a tener una vida normal. Por suerte, en este caso, se dio un contexto favorable y consiguieron que quedara todo sobre el papel, tras un juicio muy mediatizado, pero que consiguieron ganar. La otra cara es que desafortunadamente se ganó no porque fuera justo reparar a un grupo de mujeres mayores (porque si así fuera en tantos apartados lugares del mundo habría miles de sentencias) sino por dos simples motivos: porque la televisión no se opuso y porque las abuelas transmitían credibilidad, al menos algo más que una joven con poca ropa.


Pero la cosa no quedó en la sentencia. Quienes sabemos acerca de lo que significa la legalidad ligada a la violencia basada en género sabemos que no sólo hay mínimas sentencias sino que cuando éstas se consiguen luego no se hacen realidad. Este caso no fue diferente: hubo 500 páginas de una resolución judicial que por supuesto no iba a leer nadie, y mucho menos en una comunidad en el campo, y por tanto iba a quedar en nada. Mujeres transformando el mundo tuvo que resumir el texto, dejarlo todo muy clarito y ponerse manos a la obra para la reparación. Para ello tuvieron que recoger montones de datos e ir institución por institución haciéndoles ver la situación real de estas abuelas, ya que quienes debían poner en marcha las medidas de la sentencia no se lo tomaban en serio o no les creían… no creían que la situación de estas mujeres hubiera sido tan grave como se decía.


En fin, que por lo que escuché esa estupenda mañana de hace un par de semanas en Cartagena de Indias y por lo que he podido averiguar, se trata de un caso realmente emblemático. Se pagó a estas mujeres, se obligó a instituciones públicas a hacer bien su papel y se les ofreció no sólo a estas mujeres sino a sus comunidades una mejor salud y otros beneficios, tras la guerra en Guatemala.


Y es que no basta con meter a los culpables en la cárcel. Eso sólo es el principio. La vida viene después, mientras haya vida.

El pueblo y el caso se llaman Sepur Zarco. La rabia es que estas reparaciones son casi inexistentes en el mundo. ¡Bravo por quienes consiguieron dar este paso en un planeta deshumanizado! 



Como siempre, pero más acompañada

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Nuestros tres abrigos
Hace ya siete años que publiqué en este mismo blog cómo había sido mi última visita a Bolivia, en ese caso a las tierras cercanas a la Amazonía. Esta vez por fin he estado tres semanas en La Paz, donde normalmente sólo podía ir de pasada. Y sobre todo, y lo mejor, esta vez ya no he ido acompañada de un nacional sino de dos, en este nuestro primer viaje juntas, hija. Cuesta explicar lo que se siente al caminar de nuevo por Sopocachi o la Sagarnaga pero contigo…  y regresar ocho años después al lugar al que pensé que ya no volvería la primera ver que me fui.

Vista de La Paz en día de lluvia,
desde el nuevo teleférico
He visitado decenas de aeropuertos en estos años, pero no hay emoción como la de volver al segundo hogar y que la bienvenida sea a esas horas intempestivas de la madrugada con un achuchón y un buen mate de coca. No podía empezar de mejor forma. Hay una parte anecdótica que también se repite, y es que casi nos perdemos por las calles de El Alto, como cada vez que llego y no bajo en taxi hasta la ollada* paceña. Mientras encontramos el camino, esa vista de la ciudad se me pone delante, para que no olvide cómo estas alturas me erizan la piel, no importa las veces que llegue.

Y por supuesto, como aterrizamos en domingo, los nervios de ir a por salteñas no me dejan recuperar demasiadas horas de sueño. Y a las once de la mañana ya estoy esperando por una de pollo y una de carne. Pero es que al día siguiente, el lunes, en lugar de salteñas serán marraquetas bien madrugadoras, en la tienda de la casera** del frente. Y es que lo que más me hace sentir que estoy en mi hogar andino es tener todo a mano, no sólo pan sino desde unos calcetines hasta un alargador para un enchufe.
A lo lejos, comprando marraquetas, 7am
Hemos ido en enero justamente para poder comprar algo también cerca, pero en este caso algo que no hay todo el año. Cuando planificamos el viaje me fue sencillo decidir cuándo ir: Para Alasitas. Así, al tercer día ya estamos frente a una yatiri esperando a que nos challe las miniaturas de todo lo que le pedimos a este 2018 y de repente recuerdo que he olvidado pedir una nueva computadora, que hace ya once años que tengo la actual. Y bajo de nuevo entre los ríos de gente en la búsqueda de algo negro chiquito, que seguro es la máquina: “¿Cuánto cuesta esta?” - Le digo a la cholita -. “¿Quiere su tanquecito de agua, caserita?" - Me responde -. "¡Ups!" - pienso yo -. Hay cantidad de tanques de agua en las alasitas este año, cómo se nota que en sur de la ciudad, donde hemos estado, hace no mucho que se ha cortado el agua y no la han tenido por un buen tiempo. Importante es pues pedir el oro líquido transparente, sin eso no hay nada de lo demás.
Uno de los carteles de la Feria de
Alasitas de 2018
Pero lo mejor al terminar la mañana de alasitas no es ni el mercado, ni mi hija con esos ojitos mirando todo lo que sucede en una de sus dos tierras, ni la señora mayor con su nieto pasando todas sus energías a nuestros amuletos. Un simple gesto me ha terminado de arreglar la mañana de "estreses" por los papeleos previos (que también los ha habido, y muchos): una señora me ha regalado trescientos pesos bolivianos de alasitas por la calle. Así, sin más. Pero todo lo tradicional e interesante tiene, también, su otra cara. Cuando hay celebraciones como esta o el carnaval todo se para, y por supuesto ese día no hemos podido terminar nuestros trámites, ya no ha quedado nadie en las oficinas.
Certificados de buena salud
comprados en alasitas para la familia
El viaje también sigue en una semana normal de trabajo, en la que he podido ir a varios lugares donde había trabajado, compartido, vivido y conocido una parte escondida de mí. La emoción que me ha traído pasar por esos sitios ha hecho que, sin darme cuenta, cada vez que he visto uno de ellos me haya sorprendido a mí misma balbucenado algo como un “mmmmmm….”, como si degustara un manjar. Y es que he degustado mi propia historia, lo que ha construido mi vida actual. Por algo el destino me llevó allá en ese momento hace trece años y no a cualquier otro lado, para que fuera parte de mí.

Mi gata, que también nos ha
acompañado, mirando a la ciudad
Es como la política, y como llegó a ser parte de mi vida diaria cuando vivía allí. Pero es que cuesta no posicionarse porque puedes ver muy de cerca cómo te afectan directamente las decisiones de quienes mandan los países. Y no es que donde me he criado, en España, nos afecten menos, es solo que parece que a veces seamos “animales apolíticos” que vivamos en una realidad paralela a las decisiones que están tomando por nosotros/as. En Bolivia nunca me sentí así, quizá porque por ejemplo un cambio en una ley hace que la gente se levante y paralice la sede de gobierno del país. Un bloqueo deja a la ciudad sin comunicación posible, ni de salida ni de entrada, situación en la que la morfología de La Paz colabora al no tener muchas vías de escape. Y de ese modo sientes claramente como tu cuerpo, tu vida y tus planes personales son parte de la política. Como ejemplo, en este viaje hemos tenido que alargar una estancia en el lago Titicaca, por un bloqueo por el cual no hemos podido volver a la ciudad el día previsto. Otra característica que recuerdo de mi vida allí: la “re-planificación” constante.
Balsa de totora, lago Titicaca
Pero ese viaje bloqueado sería ya casi al final de esta visita, antes de eso ha continuado, en mi segunda semana, con la degustación de delicias: api con buñuelo, tucumanas, tuna, ispi… y lo mejor de todo, el menú que por fin he podido probar en Gustu, un restaurante que trata de recuperar sabores típicos a través de la cocina de chefs ahora tan de moda, pero sólo con ingredientes de temporada. Allí he podido probar incluso hormigas o lagarto, que cuando vivía en La Paz no pude. Y hablando de lo típico, aunque lo que se coma sea algo tan internacional como el pan, el queso, las “carnes frías”*** o la mantequilla, lo mejor de lo mejor de lo mejor es esa costumbre de tomar siempre té (tecito) por la tarde. Si una comida se alarga y dan las cinco de la tarde no te vas de un lugar sin tomar tu tecito, y si llegas a una casa a esa hora que no se diga: ¡A comprar insumos para el tecito! De veras que las tardes de té caliente cuando afuera hace frío me encantan.

Pique macho cocinado en casa
Hormiga de la comunidad de Apolo,
en el restaurante Gustu
También me encanta que casi todo siga en su sitio, como el lugar donde celebré mi 28 cumpleaños, que de llama Dumbo y es un restaurante familiar de toda la vida, o el cafecito cerca de la Plaza San Frascisco donde hacía las reuniones de trabajo del pequeño proyecto que fue el primero que gestioné, o el Café Ciudad donde iba a recuperarme tras las noches de juerga y que sigue estando abierto 24 horas, o pasar por la UMSA y seguir viendo sus conciertos en la calle, y tantas otras cosas que tuve la suerte de volver a experimentar con la familia y en mis dos tardes de asueto deambulando sola.

Precisamente en esas dos tardes de asueto de mi segunda y tercera semana he podido también volver a hablar con gente querida, como si nos viéramos todos los días, justamente sobre lo que cambia y lo que no, después de correr para poder hacer todo lo que recuerdo que hacía en mi vida allí. Hablamos de lo tradicional que sigue siendo La Paz a pesar de los cambios que se ven tales como el nuevo teleférico de la ciudad. Un ejemplo de ello es que plataformas como Uber, que en otros lugares del mundo han funcionado muy bien, son todavía poco usadas. La gente sigue prefiriendo el bus, el taxi (muchas veces aun arreglando el precio antes de subir), el radio taxi, el trufi o el minibús. Los transportes de siempre generan mayor confiabilidad, al ser lo conocido. Es como si todo fuera a su ritmo en esta ciudad de las punas alto andinas. Es el único lugar del mundo que conozco donde McDonald’s quebró. En fin, que si no fuera así no sería La Paz.

Tampoco sería lo que es si no siguieran existiendo zonas como la feria de El Alto, el Uyustus o la Eloy Salmón, lugares en los que puedes encontrar casi de todo. Y tampoco sería La Paz si no continuara sorprendiéndome lo interesada que está a gente por todo lo relativo a la cultura, con conciertos que se llenan. Y tampoco si no hubiera la challa de la casa, de la oficina o del auto, y otras tantas, tantas tradiciones y detalles que no puedo parar de enumerar. Pero tampoco si consiguiéramos movernos bien con nuestro carricoche por las calles con esas subidas y bajadas. Y finalmente tampoco si las despedidas con la familia no fueran tan cálidas, entrañables, con esas vistas a la ciudad, y si no me hubiera hecho tanta gente sentir que siempre tendré allí mi casa.

Despedida de la familia

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* Se suele decir "ollada" a La Paz por la forma que tiene de olla la ciudad.
** Se les llama caseras y caseros a las dueñas de los comercios o puestos donde se suele comprar todos los días. También esas personas le llaman casero y casera a quien le compra seguido.
*** Así se le llama al embutido.

Aquello que nos hace fuertes

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En elmesdemayoviajéa mi ciudad natal porprimeravezconMila yanotéenelteléfono móvilunmontóndeideasydesensacionesquetuvetrascasidosañossinvolver.Poco después también pude conocer una nueva ciudad de Colombia, Buenaventura, donde alguien afro me “bautizó” con toda calidez y me hizo conocer sus costumbres. También tenía montones de ideas para transmitir lo que sentí en esa zona de la costa colombiana.


Pero hacemás de seis mesesdeopositoradeeso. Ylesllamoesaformaamismeses porquedesdequecomencéaimprimirelprimerodelostemasqueteníaqueleer,resumiryestudiarhedejadodeladotodoaquelloquemehacesentir bien. Más allá de eso, de las horas de oficina y de la familia no he avanzado a cumplir las metas que me propongo, y eso incluye el blog. Desde marzo.

Sin lamentos. Cada quien elige.

Edificio tradicional, downtown
Por eso, hoy que ya he asumido que por el momento no voy a continuar opositando es cuando por fin continúo con todo. Escribiendo desde aquí, desde bien arriba en el mapamundi, sin mucha inspiración por el cambio horario pero con ganas de continuar. Y reconociendo que será más adelante cuando termine esos dos post que dejé a mitad. Prometo retomarlos.


Mejor hoy os cuento por ahora cómo percibo a ese “norte” del “hemisferio norte”, a su historia y a esa ciudad llamada Edmonton, capital de Alberta, Canadá. 


Desde hace un tiempo a esta parte se vienen escuchando algunas noticias sobre el país con la hoja de arce en su bandera. Y digo algunas noticias porque se trata de un lugar supuestamente tranquilo donde no hay noticias impactantes para las masas. Las novedades que llegan fuera de sus fronteras son su presidente progresista o la legalización del cannabis. Pero, por otro lado, según los sondeos que he ido haciendo, nadie sabe cómo viven las poblaciones antes de la colonia, cuáles son los pueblos que existían antes de la llegada de Inglaterra y Francia o por qué es un país con tantas diferencias a los Estados Unidos de América, a pesar de estar tan cerca.

Arte urbano
Lo que a continuación cuento no es más que mi impresión personal unida a una muy breve indagación de información, en la medida de mis posibilidades. Y es que no abandonar lo que me propongo es lo que siempre me ha hecho fuerte.

Pero ¿Qué hace fuerte los cree, los blackfoot, los metis, los nakota sioux, los iroquois o los dene, entre otros? Lo que conocen, lo que pueden contar y transmitir, su historia, sus tradiciones. Sin ello y sin sus pieles, casas, quehaceres domésticos y de caza, entre otras costumbres, son vulnerables y dependientes del medio. Hoy en día lo son, pero no siempre fue así. ¿Y si todavía pudiera cambiar?


Bisonte en las afueras de Edmonton
En el nuevo museo de Alberta, abierto el pasado 3 de octubre, hay una pequeña sala redonda, justo en el centro. Es algo oscura y tiene una única puerta de entrada. En el lado derecho de esa puerta hay una foto de personas mayores y al izquierdo está escrito “Donde está nuestra fuerza”. Fijándonos bien en las facciones de las personas del retrato vemos que se trata de población indígena o también llamada aborigen de la zona. Si entramos a la estancia vemos ropas y enseres muy distintos de cada grupo, entre los cuales se destaca la diversidad y las distintas formas de enfrentarse al entorno. Pero lo bello de dicho museo es que ese mini espacio no es independiente, sino que “irradia” sus saberes a todo el resto del "ala de historia humana", la más grande del centro cultural. Ese es el enfoque con el que está construida.


A diferencia de otros museos, el de Alberta pone a los y las habitantes canadienses que vivían allí antes de la colonia como centro de la historia. Este es un cambio importante que ha habido allí: pedir perdón a las personas indígenas a través del reconocimiento de los valores culturales que han perdido en siglo y medio. No obstante, esto no soluciona los problemas de marginalidad que en muchos casos siguen viviendo. Sólo les reconoce de una forma distinta a 20 años atrás.


Hora punta
Y es que no hay que olvidar que hace tan sólo 40 años todavía había quienes entraban a las reservas indígenas, robaban a niñas y niños, y les llevaban internados a la cuidad a “aculturizarse”, aprendiendo inglés o francés y olvidando lo que le podían enseñar sus ancestras y ancestros. Ascendientes, cabe decir, que murieron en muchos casos hace ya tiempo llevándose conocimientos sobre cómo ser más fuerte en ese entorno hostil cerca del polo norte. Conocimientos que hoy por fin, con más o menos suerte o con más o menos exactitud, se tratan de recuperar. Como por ejemplo la forma de elaborar los mapas según las especies que habitan en la zona, o según los frutos que sobreviven a la nieve.


Edmonton es una ciudad entre el desierto frío, casi helado o blanco diez meses de los doce, donde puede disfrutarse la aurora boreal durante todo el año. Es en medio de ese desierto donde viven y vivían estas poblaciones. Y hoy según todos los indicadores es, supuestamente, uno de los lugares más “desarrollados” de la tierra.


Chinatown, downtown
Pero esa no ha sido mi sensación personal. La primera impresión cuando llegué fue la de estar en un lugar en el que no existe la comunidad, sino que todo el mundo hace vida en casa y de forma individualista. Tras ello comencé a dialogar con gente de la zona y me di cuenta de que no es tan así, sino que el clima hace mucho y que en realidad son personas, en general, con gran cultura y amabilidad. Quienes allí viven. Sí. No se puede decir que sean de allí sino que son quienes allí viven, porque el 90% o bien han llegado recientemente desde Asia, o bien descienden de Europa o Latinoamérica, entre otros lugares.


¿En qué se basa la economía de Edmonton? En ganadería y petróleo, según me aseguran un par de lugareñas, sin que yo haya contrastado esa información por mi parte. Algo así como “el Texas de Canadá” me llegaron a decir. ¿Capitalismo? ¿Zona conservadora? No, solo un lugar con bellos bisontes, mestizaje y mucho para aprender, como tantos otros.


Mi reflexión es: ¿Por qué los sitios más fríos son los más buscados? ¿Por qué tanta gente pone todos sus ahorros en una visa a Canadá teniendo estudios para luego quizá acabar de taxista? Quizá el futuro y el seguir viajando me den una respuesta más acertada. A día de hoy sólo puedo pensar en petróleo, empresas y poder. Pero también en gente como yo, como cualquiera, que trata de adaptarse al clima en el que vive, de la mejor manera que consigue.


Centro de negocios
Quedaría un mundo de cosas para decir, pero en este momento de cambios en mi vida y de falta de tiempo son sólo las sensaciones que me dejan los viajes lo que puedo llegar a compartir. En realidad es lo más importante que puede dejarse plasmado. El futuro traerá muchas más cosas para quien las lea.


Mayo de 2018 - febrero de 2019

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Post pendiente Nº1

La maternidad es lo que tiene. Una deja de hacer tan seguido las cosas para las que antes gastaba el tiempo del fin de semana. Ahora, fuera del trabajo, casi todo es parque, cocinar y organizar la semana. Por eso en mayo de 2018 anoté algunas ideas sobre el primer viaje a mi pueblo que hacía después de dos años en Colombia. Y por la misma razón, así como por la mudanza y cambio de tres continentes en dos meses, tengo que unir esas impresiones a las que acabo de anotar en febrero de 2019, momento en el que vuelvo a España rumbo a Filipinas.

Hasta mayo de 2018 nunca había estado dos años fuera de Elda. Había viajado mucho, pero tras seis meses o como máximo un año había vuelto a mi primera casa, al lugar al que siempre volveré.


Ahora, unos meses después, describo brevemente y punto por punto, esas impresiones que tuve tras 24 meses “ausente” que anoté en ideas. Aprovecho hoy para unirlas a otras de estos días por Madrid. Y lo hago justo antes de partir a Asia:

“Lugares que ya no están donde estaban”
La avenida en la que está la casa de mis padres es central, y tenía, al igual que otras calles, tiendas y otros comercios que conocía bien. Una de las mayores sorpresas es pasear y ver lo moderno que se vuelve todo, aunque a veces conservando su esencia. Y ver a través de estos lugares que la vida pasa, la vida sigue…no espera… y en un par de años puede no cambiar mucho y cambiar tanto al mismo tiempo…

“Fábricas con timbres antiguos”
La cremallera de una maleta se me rompió y fuimos, como en buen lugar dedicado al calzado, a una pequeña fábrica a que me la arreglaran. Pero a veces se puede, otras veces no. Y aunque la maleta no se pudo arreglar había que intentarlo. Lo que más me sorprendió es que, a pesar de los cambios que encontré, en esa fábrica en concreto siguiera el timbre del mismo estilo de los que solía hacer sonar a mis 5 años. Todas las fábricas que estaban en el centro del pueblo tenían esos viejos timbres, y algo tan tonto me trajo mil recuerdos.


“Llorar en Alicante”
Sí, así sin más. Quizá por el cansancio del viaje, seguramente porque mi hija iba a conocer a sus bisabuelas, tíos, tías y amistades del alma. Pero bajé del avión, me monté en el autobús que nos acercaba a la terminal y no lo pude evitar. Una mujer se me acercó, me preguntó si necesitaba ayuda y me dijo que le recordaba a su hija, que vivía fuera. Y eso me calmó. Comencé a hablar con ella de todo un poco mientras recogíamos las maletas y hasta que vi a mis padres. En fin, que me alegré de que haya tanta gente dispuesta a echar una mano en todo lado.

“Más manifestaciones que nunca”
El momento del viaje de mayo de 2018 fue especial. Se estaban destapando varios escándalos de corrupción en la política a nivel nacional, la gente no estaba de acuerdo con los recortes en salud, y además me encontré con todas las opiniones encontradas respecto al tema de la independencia catalana. Para ser sincera, desde el 15M que presencié hace casi diez años no había presenciado que la gente de mi tierra natal se movilizara tanto. Al menos no como en los países de Sudamérica donde he vivido. Y ese cambio hacia las calles me ha generado ganas de querer volver a ser aquella que siempre estaba en las calles a principios de los dos miles.

“Café con hielo”
¡Y un café descafeinado con mucho hielo y limón, por favor! ¡Cuánto tiempo! ¡Salud por las pequeñas cosas que no hacía desde hace tiempo!

“Agua limón y horchata”
Una suerte también viajar al principio de la temporada de las terrazas, inicio del calor y los granizados como el agua limón y la horchata. Innumerables fueron los que tomé en mayo de 2018.

“Gentío”
Al igual que incontable cantidad de gente en las calles en mayo de 2018 y febrero de 2019, en todas las fechas. Y es que sale un poco el sol y por algunos lugares no se puede ni caminar.

“Nada en casa, todo afuera”
Porque me da la sensación de que en varios lugares de la península ibérica todo se hace en la calle en determinada época del año, nada se hace en casa. Por eso yo misma nunca recordaba haber pasado un domingo entero en casa sin salir, a no ser que estuviera enferma, hasta la primera vez que crucé el charco atlántico en 2005. En La Paz (Bolivia) pasé mi primer domingo descansando en casa

“Volumen alto y hablar a la vez”
También parece que me he “latinoamericanizado” bastante, estando tantos años fuera porque no llevo tan bien como antes este punto. Y no tanto el volumen sino el cómo, que ahora lo veo como si de una antropóloga social que anda tomando notas se tratase, y me analizo incluso a mí misma. Demasiado enrevesado.

“Carricoches por la calle”
Otro tema interesante es la costumbre de usar carricoches de bebé. En Colombia me di cuenta que era la gente de clase media o alta la única que los utilizaba, pero aquí me siento más normal viendo que todo el mundo tiene la costumbre. Hasta el mes pasado no he tenido la oportunidad de salir cada día al parque en este contexto y he tratado de aprovechar al máximo estos días aquello de sentirnos Mila y yo un poco más normales, aunque la normalidad sea algo relativo.

“Desayunos”
Mayo de 2018 me trajo desayunos cada día fuera de casa, la igual que febrero de 2019. Algo muy común por estos lares y que tanto echo de menos cuando estoy fuera. Hay que adaptarse, pero no dejar de hacer esas pequeñas cosas cuando se tiene la oportunidad.

“Horarios dispares”
Comer a las tres a la tarde, salir al parque hasta casi las ocho, algo rarísimo en la Bogotá natal de mi hija. No me acostumbro tampoco, sigo comiendo a la una y pensando que a las cinco o seis debemos irnos a casa, cuando todo el mundo está recién empezando a salir, incluso los peques más peques.

“Lugares con historia”
Cuando vivía en España no solía madrugar tanto como ahora. Quizá por eso veo las calles de otra manera. Salir a las siete de la mañana cuando las máquinas están limpiando las calles y sólo hay un par de churrerías abiertas, ver esos edificios viejos, escuchar los pájaros que comienzan a cantar por primavera, aun con frío, es toda una visión diferente de este lado del mundo. Y todo eso paseando por un lugar de calles estrechas con mucha energía, que se percibe por historia que han vivido esos caminos…

“Resaca en las calles”
… con esquinas sucias por la vida que hay en las noches… esperando a que los comercios se activen. Imaginar Madrid hace 200 años en este momento de mi vida no tiene desperdicio. Es genial poder olvidar el cansancio de los cambios de continente por un segundo, viviendo el lugar donde se está en un determinado momento.

“Arena en los parques”
Qué curioso. Ahora ya todos los parques infantiles se construyen con esa especie de esponja de colores en el suelo para que los y las peques no se ensucien ni se hagan daño al caer, pero parece gustarles mucho más esos espacios que aún quedan cerca de mi lugar de paso por Madrid, con mucha arena.

Ensuciarse…
Porque ensuciarse es divertido. Y me recuerda tanto, tanto, a cuando yo era niña y todos los parques eran así… ¡Cuántas caídas tengo en mis rodillas en esas piedritas que me dejaban hecha polvo, pero tanto divertían! En fin, ya empiezo a contar batallitas. Mejor seguir otro día.


Difícil es transmitir más. Me gustaría tanto que vengáis donde estoy para que conozcáis mejor cada impresión... Pero sigo con la idea que tenía al abrir este blog en Ecuador, de que lo poco que pueda compartir siempre es bueno, aunque sólo sea un instante.

Próximo post pendiente: La despedida de Colombia. Enero de 2019.

Y de repente, la lluvia

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Post pendiente Nº2 de 2

Desde que llegué a Manila el 9 de marzo de 2019 no ha parado de hacer sol. Nuevo continente, nuevas sensaciones en todos los aspectos. La vida que se complica un poco más pero no evita cambios y decisiones. Y de repente, volviendo en avión del cuarto de mis viajes a la isla de Mindanao, en el sur de Filipinas, comienza una lluvia torrencial que se asemeja a aquellas de Colombia y recuerdo que tenía un post pendiente sobre mí despedida allá.


Quizá la lluvia me recordó eso por ser una de las pocas cosas que he encontrado iguales aquí y allí. Quizá no había conseguido sacarme ese nudo del estómago que he llevado conmigo por casi medio año y por eso no era el momento. O quizá sencillamente no he tenido tiempo con los viajes, el nuevo trabajo y la peque de casi dos años.


Las últimas semanas en Colombia no fueron para nada especiales. Seguimos con la rutina de cada día como si nada fuera a pasar. Quizá haya sido el mejor lugar en el que yo alguna vez haya trabajado y donde me haya mudado, pero la salida ha sido mucho más suave de lo que imaginaba. Ha habido camiseta y taza de recuerdo de mi oficina, ha habido desprendimiento y cosas vendidas y regaladas, ha habido mucho parque para aprovechar el verde que ya no tendremos aquí, también un temazcal reponedor, y ha habido achuchones y lágrimas, pero pocas.


Esta publicación puede servirme para mantener la cordura en mis nuevos tiempos y nueva vida. Y eso pasa por ser feliz, no olvidar y esperar que el destino me lleve de vuelta. Algo habrá quedado, eso espero, al menos algo digno de contar en el tiempo que tengo durante la siesta de mi hija. Y es esto que comparto. No hay fotos, porque quisiera transmitir los sentimientos en palabras. Colombia ha sido el lugar que más me ha cambiado la vida, y yo que pensaba que había sido Bolivia. Aunque todo lleva a algo y todo es por algo. No hubiera habido un lugar sin haber pasado por otro antes.


Gracias gente a la que he conocido. Gracias procesos que he vivido. Gracias trabajo por haberme reconocido. Gracias mundo por mantenerme en él y por traer a bellos seres que me acompañan. Gracias playas. Gracias montañas. Gracias parajes y mensajes. Gracias a los aprendizajes que traigo a Asia en esta ajetreada época que tengo por delante. No puedo parar de dar las gracias, mejor lo dejo aquí. Gracias.





Pamamahagi

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Mi vida en Filipinas se puede decir que está dividida entre dos realidades: La de la gran Manila, en la isla de Luzón, norte del país, y la de Zamboanga, en Mindanao, al sur. Dos horas de avión y siete mil islas de diferencia. Muchos viajes y poco tiempo para compartir, pero ahí van estas letras, por fin, seis meses después de llegar. Comienzo por el sur, para luego hablar del norte.


Mi realidad en Zamboanga


Desde que he llegado he viajado seis veces a esta urbe de Mindanao. Durante uno de mis viajes he compartido coche con una reconocida feminista de Manila que me ha regalado unos separadores de libros, mientras llegábamos juntas al lugar de uno de los talleres del trabajo que realizo ahora. Y me lo ha dado mientras comentaba: “Siempre me gusta este pamamahagicuando estoy con amistades y con gente a la que aprecio o con la que comparto. Suelo preparar estos separadores de libros como pequeño regalo para fomentar la reflexión y la lectura”. 


Pamamahagi, en tagalo, significa distribución. Y pienso yo: ¿Cuál es mi pamamahagi para ella y para otras personas que aprecio o con las que he compartido algo? Espero que esto lo sea. Por eso voy a tratar de ordenar la cantidad de impresiones y sensaciones que me generan mis primeros viajes a través de siete sencillos titulares.


Mapa de Filipinas con la localización de Zamboanga resaltada al suroeste de la isla de Mindanao

Primero. Zamboanga:


A través de las noticias es probable que lo poco que se conozca fuera de Filipinas, o incluso para mucha gente dentro del país, acerca de esta ciudad de la isla de Mindanao, sean sus problemas de seguridad y la situación con la población musulmana.


No voy a contar toda la historia de la antigua Región Autónoma en Mindanao Musulmán (ARMM en inglés), que a día de hoy ha pasado a ser la Región Autónoma en Mindanao Musulmán del Bangsamoro (en inglés BARMM), porque sería muy largo de explicar y no afecta sólo a Zambonaga sino a toda la gran isla de Mindanao. Este post son mis impresiones y no una reseña histórica. Tampoco resumiré por qué, tras el plebiscito de autonomía celebrado a inicios de este año, Zamboanga no deberá reorganizarse para lograr la autonomía, porque ha decidido no ser parte de la BARMM (a diferencia de muchas otras ciudades de la isla), porque eso sería más largo todavía.

Lo que sí voy a contar es cómo vivo yo la realidad a través de las conversaciones que he ido teniendo hasta ahora con las personas con las que he compartido momentos de trabajo y personales. Y la vivo como alguien que debe estudiar desde un hotel la historia de una ciudad que le ha llevado a la violencia actual, ya que no puedo salir más que para lo que deba por trabajo. Una violencia quizá provocada por la llegada de gente colona cristiana a la ciudad durante el periodo en que Filipinas era Estados Unidos, hace ya más de 70 años. O quizá por la ocupación española anterior a esto, visible en su arquitectura colonial, y que, aunque duró mucho más tiempo que la de Estados Unidos, no abordó el problema antes de que estallara. O quizá por los intereses actuales que llevan a grupos armados musulmanes a hacerse más fuertes, no sólo en esta zona de Asia, sino en distintas partes del mundo...


Pero lo que está claro es que esta ciudad acoge a día de hoy a mucha gente desplazada de otras partes de la isla más afectadas por el conflicto, que se necesita mucho trabajo con la población para que continúen actitudes de paz y convivencia interreligiosa, que cada día que pasa siento que la realidad es más compleja y que los detalles que voy conociendo me hacen comprender cada vez menos por qué no cesa la violencia.


Segundo. Matrimonios:


Zamboanga es la segunda ciudad que conozco en la que los matrimonios interreligiosos cristianos-musulmanes son habituales, después de Uagadugú, en Burkina Faso. Y me apena pensar que, aunque coincidentemente ambas ciudades lo viven de una forma natural y en la mayoría de los casos ni la mujer ni el hombre pierden sus raíces, en Burkina la situación está empeorando por causas religiosas, mientras que, a este lado del mundo, en Mindanao, no parece mejorar la cosa a pesar de los esfuerzos que se hacen desde la sociedad civil. Es duro ver que un conflicto estalla, por ciertos intereses que puedan haber, y cambia situaciones de verdadera convivencia que empieza desde lo más básico, desde las familias.


Vintas navegando durante un festival de la ciudad
Tercero. Vintas:


Pero entre tantos grises como puede parecer que haya, resalta un colorido. Y es el colorido de las vintas, embarcaciones con unas velas que se ven por todo Zamboanga, adornando el mar. Si bien el cierto que alguien de Europa y recién llegada como yo no puede navegar libremente en ellas, es muy bello verlas con sus mástiles siempre desplegados, ya que por suerte todavía se mantiene la forma artesana de hacer las velas. Se dice, además, que sus rayas verticales de colores representan la también colorida cultura de la comunidad musulmana, de indígenas de la isla, así como de las otras herencias coloniales.


Cuarto. El este y el oeste:


Desde que comencé a viajar por el mundo he escuchado mucho acerca de por qué la gente “del norte” es de una forma y la gente “del sur” es de otra. Y si bien es cierto que existen muchas personas que provienen de lugares como los que he nacido que creen que lo que piensan tiene más sentido sólo por ser de donde son, o aplican cierto sentido paternalista a lo que hacen, nunca he estado de acuerdo con fomentar estas diferencias a través de un discurso.


Para mí el “norte” y el “sur” nunca han existido como tal y el hecho de crear compartimentos estancos no nos ayuda. De hecho, si observamos el globo terráqueo desde el espacio nos cuesta saber dónde está el norte y dónde el sur, todo depende de cómo mires al planeta. Se necesita darle nombre a los polos por la atracción que generan y para orientarnos, pero de ahí a crear diferencias entre las personas “supuestamente pobres” de un “sur” y “supuestamente ricas” de un “norte” hay mucho por decir.


Pero lo que es nuevo para mí es que hace poco he escuchado ese discurso de norte-sur (que tanto tanto he oído en África, América Latina y Europa) en alguien en Zamboanga, que lo ha usado del mismo modo, pero refiriéndose el este y el oeste. Y yo he pensado: claro, Australia está al sur de Filipinas y forma parte de ese llamado “norte”. Y, además, al este están los Estados Unidos… Esa conversación me ha parecido muy interesante porque me ha permitido conocer mejor el contexto en el que trabajo. No obstante, no puedo evitar seguir pensando que las personas tratamos de fomentar diferencias, más allá de nuestras culturas, para justificar que nuestro argumento tiene más peso que otros.


Quinto. Mis compañeras:


Campamento de paz para adolescentes
de Zamboamga.
Una de las personas con las que más trabajo, mujer de éxito desde mi punto de vista y ya de cierta edad, estuvo en la cárcel en el pasado por participar en manifestaciones y movimientos reivindicativos. Otra de ellas estuvo secuestrada durante un tiempo considerable por un grupo islámico. Ambas son cristianas católicas de Zamboanga, y su vida ha sido desde siempre la lucha por la paz. Mujeres fuertes en un contexto hostil, que me enseñan cada día que el trabajo duro es lo que consigue cambios. Han sacrificado mucho, han acertado, han fallado, han caído y se han levantado muchas veces, y siguen sin abandonar. Y, en fin, a día de hoy les “comen” tanto los papeles como a mí, pero es su bagaje y el de otras personas como ellas lo que hace que la actividad que compartimos se siga renovando.


Sexto. Chabacano:


Recuerdo que la primera vez que leí sobre la lengua chabacana, estando todavía en Bogotá, lo comenté con una persona ya de cierta edad que es de allí. Recuerdo que no me creyó y se fue a verificar en la Wikipedia que este idioma existe.


Como curiosidad, tanto en Colombia como España algo chabacano es algo de mal gusto. En la ciudad de Zamboanga es todo lo contrario: es su lengua, su identidad. El criollo chabacano tiene el origen en el castellano de la colonia y se ha ido mezclando con el tagalo y otras lenguas locales, creando algo curioso para los oídos de las personas hispanas. Podría parecer un castellano mal conjugado la primera vez que se escucha, pero después se descubre la gramática propia que tiene detrás.


Y es más curioso aún que el vocabulario se parece al castellano antiguo que se habla en algunas partes de América Latina. Alguien me ha comentado una historia que podría ser realidad o ficción, pero que escribo porque me ha resultado curiosa: Me ha dicho que se debe a que las carabelas españolas hacían una parada en Centroamérica o México, donde subía gente del lugar, quienes viajaban hasta aquí por comercio. Como digo, no trato de dar reseñas históricas porque, aunque he buscado no he encontrado nada contrastado, pero hay quienes dicen que fueron estas personas criollas quienes exportaron la lengua a Mindanao. De hecho, el chabacano antiguo se entiende perfectamente para personas hispanas y el chabacano moderno es, como dicen por aquí, un “broken spanish”, mucho más mezclado con otras lenguas, incluyendo incluso el inglés.


Septimo. Marang y lanzones:


Para terminar esta serie de titulares sobre Zamboanga hablaré un poco, porque no puede faltar, sobre la comida. Pero esta vez no me voy a centrar en sus ricos cangrejos y resto de marisco, sino en la fruta. Y es que pensaba yo que después de haber vivido cerca de la selva del Amazonas no me quedaba ya mucho por saborear, pero estaba errada. Si alguien viene de vacaciones al sur de Filipinas en la época de estas frutas (de junio a septiembre, creo, debo confirmar) no puede dejar de comer marang y lanzones. El marang en su exterior es algo entre un coco y una chirimoya… pero su interior es casi más rico que ambas. Y los lanzones son amarillos y pequeños, se aprovecha poco y no se puede por nada comer la pepita que está amarga, pero la parte blanca es tan suave que sólo apetece tumbarse y degustar. ¡Nuevas frutas conocidas, y las que tienen que venir!


Marang
Lanzones












Y hasta aquí la primera de mis dos papamahagi… con un agradecimiento por estar aquí, a pesar del estrés que me ha costado llegar con toda la familia. Porque el camino se construye justamente caminando, y nuestro camino en este rincón del sudeste asiático tildado de algo latino pero que es mucho más que eso no ha hecho más que comenzar…



Planes y estrenos

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Segunda de mis vidas filipinas pendiente de transmitir: Una pizca de Manila.


A inicio de los años 20 que ayer empezaron…


En muchas ocasiones, viendo las reacciones de Mila y lo que ella está comenzando a vivir en su infancia, recuerdo pasajes de la mía. Y es que, aunque todas las personas pasamos momentos traumáticos, la mente es tan interesante que se suele quedar con los buenos recuerdos. Quizá sea por eso, o estoy casi segura que quizá también tiene que ver con que mis padres hicieron todo lo que estuvo en su mano, los recuerdos de mi infancia son casi todos buenos. Varios de ellos son los ratos que pasaba los domingos por la tarde viendo una película de sobremesa en casa, después de la rica comida en familia. Era el final de los 80 cuando solían empezar a las 3 de la tarde. Podía ser una de los Hermanos Marx, un western, dé época o de las guerras mundiales.


Al llegar a Manila, salir del aeropuerto y descubrirme detrás de un yipni, escuchando música antigua en inglés, no pude evitar imaginarme en una de esas películas sobremesa. No durante una escena de batallas sino esas otras en las que mostraban las ciudades el sudeste asiático para situarte… En realidad, algo muy distinto a la Latinoamérica en la que había estado trabajando los últimos años, ya que, aunque Filipinas tenga mucha influencia latina, quien se adentra en su realidad descubre que hay más diferencias con lo latino de lo que parece.


Típico yipni (jeepney en inglés), en Manila.

Eso fue una noche de hace casi 10 meses. Lo que he descubierto después es que estoy viviendo en la Gran Manila, una aglomeración urbana conformada por 16 ciudades diferenciadas, y complejísima en cuanto a organización, lenguas, cultura, etnias e historia. Pero si nos concentramos solamente en sus habitantes y los sumamos, ya supera a otras megalópolis como México DF en densidad población. No olvidemos que el DF llegó a ser la ciudad más poblada del mundo en su momento, antes de que todo Asia creciera del modo que lo ha hecho en las últimas décadas. Aunque lo más complicado que he averiguado es lo impredecible que es el tráfico aquí, y moverte de un lado al otro. Hay que armarse de paciencia, ponerse películas en el móvil, coger un libro, meditar o escuchar música. Porque un trayecto de media hora al aeropuerto puede convertirse en 3 horas y muchas veces no sabes por qué.


Desde esta también llamada Metro Manila, en concreto desde la más grande de sus 16 ciudades, es el punto del mapa desde el que escribo ahora. Estoy en un rinconcito en la densa Ciudad Quezón, en una burbuja dentro de ella que se llama Eastwood City, o simplemente Eastwood. El distrito es un sitio pequeño, con forma circular, lleno de oficinas y gente las 24 horas, lleno de luces, de cafeterías, de actividades y de restaurantes de todo tipo en pocas calles, y en definitiva lleno de asfalto y edificios. También tiene un pequeño micro-oasis de árboles en el centro y un laguito artificial. 

El centro de Eastwood el 31 de diciembre, desde mi ventana.

Anteanoche, 31 de diciembre de la pasada década de los 10, estuve paseando por la bulliciosa plaza central en la que había conciertos, por la que no podía casi ni moverme, ya que Eastwood es famosa por su celebración de nochevieja, con actuaciones de artistas de Filipinas, fuegos artificiales y demás. A las 7 de la tarde las familias y sus amistades estaban llegando para cenar. Pues bien, mi mochila estaba en el carricoche de Mila, y mi móvil en el bolsillo del pantalón (como mucha gente hace por aquí, ya he adquirido la costumbre). Y nada pasa. No he vivido en lugar más seguro que mi actual barrio.


Y este ambiente de seguridad se suma a la gentileza de todo el mundo con quien nos cruzamos, que da mucho esperando reciprocidad, si se puede (esa es mi sensación). Mucha gente suele estar de paso, pero poca vive aquí todo el tiempo, y casi todo el mundo nos conocemos, lo que genera un ambiente amable para criar a una niña. Aunque he de ser sincera, el lugar se me hace pequeño muchas veces porque se camina cuatro calles y se sale a la avenida inhóspita que tenemos al lado, llamada C5. La C5 es una de las arterias principales para el tráfico de Metro Manila, no necesito explicar mucho más. Pero Eastwood es, sobre todo, para una pequeña familia sin coche, cómoda. Por poner un ejemplo, el centro comercial (o mall) del centro fue uno de los primeros de Manila que admitió mascotas…


Eso me lleva a pensar en lo que llamo la “vida de mall”, debida, sobre todo (en mi opinión) al calor. Y es que me encantan los espacios libres, pero lo más prudente es visitarlos a primera hora de la mañana. Más tarde la humedad y la temperatura no te dejan. Eso si no llueve. Un centro comercial suele ser apropiado, aunque no a todo el mundo nos guste en un principio. Así paseamos por las tardes: por pasadizos que conectan una parte del otro de los edificios, comprando un té frio con perlitas taiwanés (¡me encanta!) en una esquina de uno de esos pasillos, saboreando unos siomais (dumplings filipinos) en otra esquina y jugando en un parque infantil con aire acondicionado.


Siomais de cerdo y gambas.
Té con leche y perlas.










Y saludando y tratando de decir algunas palabras en tagalo, ya que, aunque aquí el nivel de inglés es bastante bueno, para mucha de la gente es de hecho su tercer idioma después de la lengua materna de la región y del tagalo. Algo que me ha sorprendido bastante es la cantidad de vocabulario que se conserva en este idioma del español, a pesar de ser tan distinto gramaticalmente. 

Mientras trato de hacer esos pinitos de los que hablo, miro hacia abajo saliendo a la calle desde una de las partes del mall y veo el paseo de la fama de Eastwood. Estrellas de famosas y famosos de Filipinas, que aparecen en series y películas en tagalo. 

Y miro hacia arriba y veo los más de 30 pisos de espejos, del edifico de oficinas desde el que antes de anoche mucha gente recibía el 2020, y pienso en teleoperadores/as y personas con la que comparto las comidas saliendo del cubículo del coworking en el que trabajo. Filipinas destaca en cuanto a recursos humanos ligados con las nuevas tecnologías, y eso que no estamos en otros de los países de la zona realmente punteros a nivel mundial. Mucha gente viene de fuera a trabajar en esas plataformas de oficinas. Y en las conversaciones que tengo a mediodía con gente muy joven aprendo términos o procesos que sólo en Asia se puede aprender.

... Mientras continúo el paseo por esta mi segunda realidad en el país, viviendo de forma tan distinta mis dos vidas de las islas, entre Zamboanga, en Mindanao y Manila, en Luzón… Tratando de aprender a no hacer planes cuando no se necesite y a hacerlos cuando sea preciso, y estrenando el año en la metrópoli, yo que provengo de sitio pequeño…


El año que empieza con la sequía y termina en cuarentena

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Sin fotos, porque las palabras son más que suficientes hoy.



El pasado día 8 de marzo hizo un año que aterrizamos en Manila. El tiempo pasa rápido, pero echando la vista atrás han sucedido demasiadas cosas. Si algo tiene vivir en Filipinas es que no te aburres, siempre pasa algo, como una aventura constante. 

Sin contar el tema político o de Derechos Humanos, que daría mucho para contar, sólo voy a centrarme en este post en los temas naturales. Y es que este año empezó sin agua y ha terminado sin calle, y no ha habido ni un solo mes que no pase nada.



Marzo de 2019, el niño:


La llegada con mi familia fue a Makati, el distrito financiero de Manila. Desde fuera de Filipinas se ve a este casco urbano como una ciudad, pero son varias, con distintos ayuntamientos, y Makati es una de las más ricas de ellas. La idea al llegar a un edificio nuevo de esa zona era estar cerca, caminando, de los lugares donde iba a tener las reuniones de los primeros días.


En principio todo parecía estupendo: un “airbnb” en un lugar estratégicamente situado, barato, en un edificio nuevo con piscina… pero la realidad cuando se llega a la otra punta del mundo puede ser otra: una nueva construcción en un barrio que no parecía del todo seguro, con tráfico imposible para andar con una peque de año y medio, y con una piscina parece que no demasiado funcional. Y claro, es que no estaba en servicio porque justo llegábamos en un momento de sequía.


El fenómeno se llamaba “El Niño”. Sin agua de 8 am a 7 pm en muchos barrios, sobre todo los más humildes, y tocó la zona del edificio. Las sequías en esta zona tan poblada pueden ser comunes, cíclicas cada año, ese fue el primer aprendizaje al llegar: no dar nada por hecho, tener la mente abierta y comprender.


Y es así como rápidamente tratamos de mudarnos a nuestro nuevo piso, en el que sí había agua.



Abril de 2019, terremoto en Luzón:


Y al poco tiempo de llegar, cuando todavía estábamos instalándonos con todas nuestras cosas y reparando el aire acondicionado, un gran terremoto tiene lugar. Es conocido que esta zona del mundo es bastante inestable sísmicamente hablando, y lo pudimos constatar en el piso 24 en el que vivimos. 

Aunque otra mucha gente lo sufrió más, porque con esa magnitud las casas de construcción dudosa no sobreviven, pero es que las buenas también pueden verse afectadas. Todo tiene un límite.



En este caso el epicentro fue al norte de la isla de Luzón, donde está Manila, con lo cual las poblaciones más afectadas fueron aquellas pequeñas al norte de la capital.



Mayo de 2019, los golpes de calor:


Y es así como entramos en el mes de mayo, cuando el calor extremo empieza a hacerse notar. A principios de mes recibo un sms de la agencia nacional de alertas que dice que cuidado al salir a la calle, que trate de no estar fuera a mediodía y que me cubra bien. Y es que la humedad con esos cuarenta y tantos grados contantes al sol no son sanos. Algo parecido al verano en el sur de Europa, pero mucho más “pegajoso” y puede llegar a ser peligroso si te expones mucho.


Es por esas épocas cuando empezamos a hacer nuevos amigos y salimos al parque con niños… y nos volvernos corriendo a mediodía.



Junio a septiembre de 2019, lluvias y más lluvias:


Como si el calor hubiese hecho elevarse el agua de la tierra y tuviera que caer hasta volver toda a su lugar, así como para que todo esté donde tiene que estar, de ese modo intenso empiezan las lluvias. Un día por la tarde el cielo se cubre, llegan los relámpagos, y ya ningún día más por la tarde durante cuatro meses vuelve a estar despejado. A veces tampoco por la mañana. Día y noche de duchas o paraguas, pero sin frío, lo cual no se lleva mal. Con chanclas al cine y a reuniones, con charcos que Mila salta como si no hubiera un mañana… así pasa la época de lluvias.


Y pasar el tiempo mirando por el ventanal hacia las nubes grises oscuras, esperando que no llegue un tifón y choque contra la ventana, de la misma forma impetuosa que lo hacen las gotas, adornadas por la luz de esos relámpagos de fondo. Y no salir mucho porque no se encuentra transporte tan fácilmente.



Agosto y septiembre, el brote de dengue:


Si algo malo tiene de lo que traen as lluvias es que el agua que queda estancada provoca brotes de enfermedades endémicas en Filipinas como el dengue. Todo el año hay algunos casos, pero en esta época se disparan y comienzan a ser realmente preocupante para alguien con una pequeña familia. El repelente y la vitamina b no faltan, todo remedio contra los dichosos mosquitos es poco. Son molestos, no me importa que piquen si tienen que alimentarse, pero es que lo que no saben el mal que hacen.


O lo saben pero la naturaleza hace su parte, en lugares superpoblados. Una pena para las personas, algo irremediable en muchos casos. El dengue en Filipinas es fuerte, si te toca el hemorrágico es complicado recuperarse.


Una vez más, sanos.



Octubre de 2019, mes de inundaciones de Zamboanga:


A veces pasa también que una región u otra del país no tienen las lluvias al mismo tiempo. Y ese fue el caso del año 2019. Cuando parece que amainan esos días grises en Manila, de repente un día recibo noticias de inundaciones en Zamboanga. Desde la distancia, con llamadas con mis compañeras, activamos una emergencia. Mucha gente, entre ella la más pobre de la ciudad, se queda sin casa o sin poder entrar a ella por semanas.


No es raro activar un pequeño fondo de emergencia que tiene el proyecto con el que trabajo ahora, por eso mis actuales compañeras lo incluyeron en el presupuesto, para situaciones como esta, para poder actuar rápidamente.



Noviembre de 2019, terremoto en Mindanao:


Y tras las inundaciones, cuando ya parece que todo estaba recuperándose y que llega la época más tranquila del año (de noviembre a febrero), hay un terremoto en Mindanao. No en Zamboanga, pero cerca, y de nuevo comienzan los desplazados y las emergencias, aunque esta vez no nos toque tan de cerca.


De hecho en Filipinas no hay ninguna crisis constante como en otros países en los que he trabajado (Mauritania, Argelia,…) pero lo que hay son muchas emergencias seguidas a lo largo del año. Eso es seguro, las emergencias van a aparecer, hay que saberlo al aterrizar. La gran falla que pasa por aquí y que llega hasta América hace su parte en el caso de los movimientos de tierra.



Diciembre de 2019, el gran tifón:


Al igual que también hace su parte la situación estratégicamente negativa que tienen las islas del centro de Filipinas (zona de Visayas), situadas en lo que se llama el “corredor de los tifones”. Ningún año se libran de alguno o varios de ellos y tampoco lo han hecho el pasado. Pero lo extraño es tener un gran tifón tocando Manila, ya que está más al norte y no es el lugar normal donde suelen haber estos problemas tan graves.


Pero llegó ese gran ojo, al centro de la mega urbe, al ladito de mi casa donde la familia me esperaba llegar el sur. Por supuesto no pude salir de Zamboanga y me reportaron que estaban bien en ese piso alto en el que vivimos, viendo las nubes, sin salir y sintiendo los vientos golpear la venta con una intensidad que daba que pensar.


Aunque de nuevo más nada pasó. Es que ni era la época de tifones ni era el lugar ;)



Enero de 2020, y el volcán erupciona:


Para lo que siempre es el lugar o la época posible es para la erupción de uno de los tantos volcanes que hay en el país. De hecho el Taal, muy bello, situado en el centro de una laguna que habíamos visitado sólo unos días antes, explosionó sin aparente previo aviso, salvo para los entendidos. La gente normal, a pesar de saber que vive en un lugar con un volcán activo, se quedó atónita mirando como si la ceniza y la lava no fueran a llegar.


Y la lava no afectó tanto como se esperaba, pero la ceniza llegó a la puerta de nuestra casa en Manila, a dos horas en coche. No salimos por tres días y todo se puso gris. Nunca había vivido dentro de un cuento.



Febrero y marzo de 2020, pandemia global:


Aunque el mayor cambio estaba por venir sólo un mes después, y no solo en Filipinas sino en todo el mundo.


Mientras estaba guardando las mascarillas que usaba  para poder respirar el aire de la ciudad con ceniza del volcán porque ya no las necesitaba, escuche la noticia: pandemia. Y no podía esconderme de ella ni siquiera estando aquí tan lejos de casa, con lo cual tenía que volver a sacar las mascarillas, lavarlas, prepararlas junto a guantes, comprar provisiones y esperar en casa hasta el día de hoy.


20 días  y contando. Queda mucho camino por delante. Toque de queda de 8 de la tarde a 5 de la mañana. Policía y ejército armado en las calles. Una lucha contra este COVID-19 del que todo el mundo habla ahora y en el que no se puede dejar de pensar.


La vida, más que una película.




Metadiario

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Pensamientos inconexos de hoy.


Normalmente suelo organizar estas publicaciones con tiempo. Primero, durante mis viajes o las actividades que me han motivado, tomo nota a mano de aquello que me gustaría que se sepa o de lo que considero interesante. Después, preparo un escrito, o bien en un papel o bien en un documento de ordenador, con las ideas fuerza y cómo enlazar todas ellas. Finalmente, desarrollo esas ideas en varias sesiones y trato de dar cuerpo a post nuevo para mi blog.


Este no es el caso.


Hoy, sábado 15 de mayo de 2020, me he encontrado de repente delante de un ordenador porque están ayudándome a limpiar mi cuarto y no voy a dormir la siesta mientras Mila duerme. Hoy, de repente, he pensado que esa horita que tengo libre puedo aprovecharla para escribir algo que me salga de dentro en estos momentos de confinamiento.


Y aquí estoy, tecleando esto.


Me declaro culpable de no haber disfrutado lo suficiente de Filipinas desde que he llegado. Una persona es siempre esa persona y sus circunstancias, eso está claro, pero no debo encontrar ninguna excusa para no aprovechar al máximo cada lugar en el que vivo. Y no lo hice aquí al llegar.


Hoy por fin he aprendido que estoy en este lado del planeta y no en otro. Salamat.


Hace años tenía un diario, que me duró hasta 2012, justo cuando comencé con raquelicayni. Este blog ha supuesto un cambio en varios aspectos, y uno entre todos ha sido la forma de canalizar toda esa energía escritora. Prueba de ello es que al abrir este espacio dejé de escribir en esa libreta, pero he pensado que debería mantener las dos cosas, sin presiones conmigo misma, pero no olvidar ese pequeño diario.


Y su símbolo de reiki al reverso de la contraportada.


Era como un libro. Contaba mis movimientos por aquí y por allá como si fueran cuentos, historias. Recuerdo que llegué a pensar en que en un futuro quizá se publicase. Nada más lejos de la realidad, porque estaba en una libreta que se quedó a mitad y que he encontrado hace unas semanas haciendo limpieza. Lo que sí me ha encantado ha sido leerlo y pensar por qué siempre he mandado e-mails a todo el mundo, por qué creé este blog, y por qué escribí esa libreta.


La vida.



¡Atención! Obras en la calzada… o el privilegio de cuidarse.

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Pasados cuatro meses y medio sin ver el mar ni casi la calle, llega el momento de tratar de salir de la jungla de asfalto, la de cualquier ciudad enorme. Y en este caso alquilar un coche, tramitar el permiso de viaje, hacer las pruebas de salud respectivas, y con máscara y desinfección del auto salir por fin.

Conduciendo, con GPS descargado, los seres que más me importan en el mundo en el asiento de atrás, sin conocer a dónde vamos porque hasta el momento no hemos tenido la suerte de salir hacia esta zona, lloviendo a cántaros (época de tifones) y con obras en la vía, siento la responsabilidad y la libertad juntas. Esa sensación la pienso, e inmediatamente se me coloca con sus mariposas en el estómago, para finalmente, tras curvas y curvas de montaña, llegar. Y pienso cómo puedo tener tanta suerte.

Pero el privilegio es el de poder salir de la rutina por una semana para cuidarse la salud en todos los sentidos. Y no es para todo el mundo. Quizá sí para el vecindario de mi la cara burbuja en la que vivimos, quizá si para algunas personas con las que he crecido, pero no para todas. Y esto, dicho con la cabeza baja, sin ánimo de parecer paternalista, pero con sensación de privilegio mezclada a la de libertad y responsabilidad.

San Felipe. Así se llama el pueblo de la zona de Zambales que nos ha acogido por una semana con sonrisas, como todo lugar que hemos pisado en Filipinas. Con sus dos caras: la bonita naturaleza, el mar y la montaña que le rodean, y la dura vida del campo que se atisba viendo pasear a sus gentes. Dura y bella al mismo tiempo.

De camino, una buena autopista plagada de campos de arroz, seguida por un lado verde y otro azul, a continuación mercados, triciclos, check-points de esta enfermedad llamada COVID-19, muebles de madera maciza y barcas para traer el pescado. A la llegada una buena casa, de las pocas con agua corriente, luz y aire acondicionado todo el tiempo. Contraste de mansiones que tienen eso y más con casas sin nada. La nuestra, un airbnb con dueño que vive en EEUU, que por casualidad está allí durante sus vacaciones y nos muestra lo poco que se puede hacer en cuarentena: nadar. Y un ayudante del dueño que hace que esos días no los olvidemos. Salamat, kuya!

La gata, encantada con una gatito callejero, despellejado, blanco en contraste a ella, que se come las sobras de nuestros gambones al ajillo. Mila durmiendo a las 6 de la tarde, reventada de tanto sol y mar. Y el resto de la familia descansando el espíritu. Y el travel pass para vuelta, tramitado y en el bolso.

Poco más hay para comer de vuelta por el camino que un McDo rápidamente en el coche, ya que la peque no pueden salir a restaurantes por los requisitos de la cuarentena, pero el segundo viaje se hace cómodo y con más sonrisas. Y de nuevo al confinamiento de la capital, por siempre de momento, hasta que se nos comunique lo contrario.



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